Textos de intención literariaVersión en línea Agrupa los textos según son narrativos, descriptivos o dialogados. por Carmen Berrocal Olmos 1 Texto narrativo 2 Texto dialogado 3 Texto descriptivo Pasé el día caminando por el valle y descansando de cuando en cuando en los sitios más cómodos. En tanto se puso el sol, y al anochecer me retiré a una gruta, en la que creí podría estar seguro. Cerré la entrada, que era baja y estrecha, con una piedra bastante gruesa, para defenderme de las serpientes, pero que no ajustaba lo bastante para impedir que entrase un poco de luz. Los espantosos silbidos que daban las serpientes no me dejaron pasar la noche con tranquilidad. Así se hizo de día, se retiraron las serpientes y entonces salí temblando de mi gruta... En el año 1500 a.C., el joven faraón Amosis logró expulsar a los hicsos de Egipto. A partir de ese momento empezó un período de paz y prosperidad que culminó con el apogeo o esplendor del país. A Amosis lo sucedieron Tutmosis III, Ramsés II y Amenofis IV, llamado también Akhenatón. Caía la noche, la luna proyectaba sombría la luz sobre el camino de piedra que iba del barracón de secundaria a la graciosa ermita erigida sobre lo alto del pequeño montículo que algunos se atrevían a catalogar como montaña. Ahí, en aquel lugar, sobre las dos de la mañana un peculiar personaje trataba en vano de encontrar el lugar preciso en el que debía cavar. El joven larguiducho y de pelo corto andaba de un lado a otro con una pala en la mano. De pronto algo captó su atención, de prisa se acercó a las escaleras de la ermita y justo abajo creyó ver las señas que le habían indicado debía descubrir. Ilusionado empezó a cavar. El runruneo de los arbustos mecidos por el viento y el ladrido de los perros se entremezclaba con el sonido de la pala que caía incansable sobre la tierra dura, reseca. El rostro del joven parecía extasiado de placer, ajeno al esfuerzo y al cansancio, mantenía la vista fija en el agujero que poco a poco iba horadando en tierra. De pronto la luz de la luna provocó un reflejo en el fondo del agujero, y la pala chocó con algo duro, metálico. Presa de una gran emoción, nuestro extraño personaje se agachó y entre asustado y emocionado levantó entre sus manos lo que durante tanto tiempo había deseado, el secreto mejor guardado por tantos antiguos alumnos de ese centro, el instrumento que le permitiría triunfar definitivamente en sus estudios y en su vida. Con una carcajada loca miró a la luna y con emoción levantó en su mano el... - ¿Te acuerdas de la primera vez que lo tuviste en las manos? - Claro, fue la misma noche noche que me escapé. - ¿Dónde estaba, en el despacho del director? - No, estaba tras la ermita, justo debajo de las escalera. Me llevó unas 2 horas poder encontrarlo. Cuando lo hice fui consciente de que mi vida entera iba a cambiar. Una vez reunida la tertulia, el señor obispo tomó la palabra y dijo que, por lo mismo que habían pasado ciertas cosas en aquella casa, sus canónigos y él seguirñian yendo a ella lo mismo que antes. Exhortó paternalmente a la señá Frasquita para que en lo sucesivo fuese menos provocativa y tentadora en sus dichos y ademanes, y procurase llevar más cubiertos los brazos y más alto el escote del jubón; aconsejó al tío Lucas más desinterés, mayor circunspección y menos inmodestia en su trato con los superiores; todos contestaron que así lo harían y acabó dando la bendición a todos y diciendo que como aquel día no ayunaba, se comería con mucho gusto un par de racimos de uvas. —¡Pues sí, Frasquita!— decía el tío Lucas desde lo alto de la parra. —el señor Corregidor está enamorado de ti de muy mala manera... —Ya te lo dije yo hace tiempo— contestó la mujer—... Pero ¡déjalo que pene! ¡Cuidado, Lucas, no te vayas a caer! —Descuida: estoy bien agarrado...; también le gustas mucho al señor... Informe de la Guardia Civil. Viernes, 16 de septiembre de 2011. Lugar: Colegio Aitana, Torrellano. A las dos de la mañana un sujeto no identificado, presumiblemente alumno del centro, fue visto por un vecino de la zona. Según las descripciones del testigo el sujeto anduvo cavando alrededor de 55 minutos y tras dar fuertes carcajadas salió corriendo. Portaba en su mano un objeto que el testigo no pudo identificar. Érase, en un lugar llamado Villagañanes, una viuda más fea que el sargento de Utrera, que reventó de feo, más seca que un esparto; más vieja que el andar a pie y más amarilla que la epidemia. La que tenía (...) por nombre Flora y por apodo Burlada, cuyo origen y sentido se ignora, era una viejecilla pequeña y vivaracha, irascible, parlanchina, (...). Sus ojuelos sagaces, lagrimosos, gatunos, irradiaan la desconfianza y la malicia.