YOCASTA
.
-
Tú
,
ahora
,
liberándote
a
ti
mismo
de
lo
que
dices
,
escúchame
y
aprende
que
nadie
que
sea
mortal
tiene
parte
en
el
arte
adivinatoria
.
La
prueba
de
esto
te
la
mostraré
en
pocas
palabras
.
Una
vez
le
llegó
a
Layo
un
-
no
diré
que
del
propio
,
sino
de
sus
servidores
-
que
decía
que
tendría
el
destino
de
morir
a
manos
del
hijo
que
naciera
de
mí
y
de
él
.
Sin
embargo
,
a
él
,
al
menos
según
el
rumor
,
unos
extranjeros
le
mataron
en
una
de
tres
caminos
.
Por
otra
parte
,
no
habían
pasado
tres
días
desde
el
nacimiento
del
cuando
Layo
,
después
de
atarle
juntas
las
articulaciones
de
los
,
le
arrojó
,
por
la
acción
de
otros
,
a
un
infranqueable
.
Por
tanto
,
Apolo
ni
cumplió
el
que
éste
llegara
a
ser
de
su
padre
ni
que
Layo
sufriera
a
manos
de
su
hijo
la
desgracia
que
él
temía
.
Afirmo
que
los
oráculos
habían
declarado
tales
cosas
.
Por
ello
,
tú
para
nada
te
preocupes
,
pues
aquello
en
lo
que
el
dios
descubre
alguna
utilidad
,
él
en
persona
lo
da
a
conocer
sin
rodeos
.
EDIPO
.
-
Al
acabar
de
escucharte
,
mujer
,
¡
qué
se
ha
apoderado
de
mi
y
qué
agitación
de
mis
!
CREONTE
.
-
¿
A
qué
preocupación
te
refieres
que
te
ha
hecho
volverte
sobre
tus
pasos
?
EDIPO
.
-
Me
pareció
oírte
que
Layo
había
sido
en
una
encrucijada
de
tres
caminos
.
YOCASTA
.
-
Se
dijo
así
y
aún
no
se
ha
dejado
de
decir
.
EDIPO
.
-
¿
Y
dónde
se
encuentra
el
lugar
ese
en
donde
ocurrió
la
?
YOCASTA
.
-
es
llamada
la
región
,
y
la
encrucijada
hace
confluir
los
caminos
de
Delfos
y
de
Daulia
.
EDIPO
.
-
¿
Qué
tiempo
ha
transcurrido
desde
estos
acontecimientos
?
YOCASTA
.
-
Poco
antes
de
que
aparecieras
con
el
gobierno
de
este
país
,
se
anunció
eso
a
la
ciudad
.
EDIPO
.
-
¡
Oh
Zeus
!
¿
Cuáles
son
tus
planes
para
conmigo
?
YOCASTA
.
-
¿
Qué
es
lo
que
te
desazona
,
Edipo
?
EDIPO
.
-
Todavía
no
me
interrogues
.
Y
dime
,
¿
qué
aspecto
tenía
Layo
y
de
qué
edad
era
?
YOCASTA
.
-
Era
,
con
los
cabellos
desde
hacía
poco
,
y
su
figura
no
era
muy
diferente
de
la
tuya
.
EDIPO
.
-
¡
Ay
de
mí
,
infortunado
!
Paréceme
que
acabo
de
precipitarme
a
mí
mismo
,
sin
saberlo
,
en
terribles
.
YOCASTA
.
-
¿
Cómo
dices
?
No
me
atrevo
a
dirigirte
la
mirada
,
señor
.
EDIPO
.
-
Me
pregunto
,
con
tremenda
angustia
,
si
el
no
estaba
en
lo
cierto
,
y
me
lo
demostrarás
mejor
,
si
aún
me
revelas
una
cosa
.
YOCASTA
.
-
En
verdad
que
siento
temor
,
pero
a
lo
que
me
preguntes
,
si
lo
sé
,
contestaré
.
EDIPO
.
-
¿
Iba
de
,
o
con
una
escolta
numerosa
cual
corresponde
a
un
rey
?
YOCASTA
.
-
Eran
cinco
en
total
.
Entre
ellos
había
un
heraldo
.
Sólo
un
carro
conducía
a
Layo
.
EDIPO
.
-
¡
Ay
,
ay
!
Esto
ya
está
claro
.
¿
Quién
fue
el
que
entonces
os
anunció
las
nuevas
,
mujer
?
YOCASTA
.
-
Un
servidor
que
llegó
tras
haberse
salvado
sólo
él
.
EDIPO
.
-
¿
Por
casualidad
se
encuentra
ahora
en
palacio
?
YOCASTA
.
-
No
,
por
cierto
.
Cuando
llegó
de
allí
y
vio
que
tú
regentabas
el
poder
y
que
Layo
estaba
muerto
,
me
suplicó
,
encarecidamente
,
cogiéndome
la
mano
,
que
le
enviara
a
los
y
al
pastoreo
de
para
estar
lo
más
alejado
posible
de
la
.
Yo
lo
envié
,
porque
,
en
su
calidad
de
esclavo
,
era
digno
de
obtener
este
reconocimiento
y
aún
mayor
.
EDIPO
.
-
¿
Cómo
podría
llegar
junto
a
nosotros
con
rapidez
?
YOCASTA
.
-
Es
posible
.
Pero
¿
por
qué
lo
deseas
?
EDIPO
.
-
Temo
por
mí
mismo
,
oh
mujer
,
haber
dicho
demasiadas
cosas
.
Por
ello
,
quiero
verle
.
YOCASTA
.
-
Está
bien
,
vendrá
,
pero
también
yo
merezco
saber
lo
que
te
causa
,
señor
.
EDIPO
.
-
Y
no
serás
privada
,
después
de
haber
llegado
yo
a
tal
punto
de
.
Pues
,
¿
A
quién
mejor
que
a
ti
podría
yo
hablar
,
cuando
paso
por
semejante
trance
?