Icon Crear Crear

Tipos de narradores

Test

(1)
Identificar el tipo de narrador presente en el fragmento

Descarga la versión para jugar en papel

Edad recomendada: 12 años
104 veces realizada

Creada por

Chile

Top 10 resultados

  1. 1
    01:06
    tiempo
    43
    puntuacion
  2. 2
    elis
    elis
    06:41
    tiempo
    43
    puntuacion
¿Quieres aparecer en el Top 10 de este juego? para identificarte.
Crea tu propio juego gratis desde nuestro creador de juegos
Compite contra tus amigos para ver quien consigue la mejor puntuación en esta actividad

Top juegos

  1. tiempo
    puntuacion
  1. tiempo
    puntuacion
tiempo
puntuacion
tiempo
puntuacion
 
game-icon

Tipos de narradoresVersión en línea

Identificar el tipo de narrador presente en el fragmento

por Pamela González
1

En el descanso de la escalera había una persona con sus bolsas en el suelo, cansada, esperando mientras con la boca y una mano hacía ruidos para atraer a un gato que ni siquiera tenía interés. Alrededor había otro par que, sentados en el peldaño del umbral, se miraban y conversaban enérgicamente moviendo las manos. Y a través de los zaguanes abiertos de algunas casas se podía ver cómo la gente, sentada en la mesa del comedor, conversaba. Todo parecía natural, nada quedaba fuera de lugar.

2

Mientras mi pelo se mojaba bajo los árboles de la plaza Victoria, miré la hora y me di cuenta de que no llegarían y tendría que entrar sola a la Biblioteca Santiago Severín para hacer el trabajo de la matanza en la Escuela Santa María de Iquique. Me molesté por ser la única que se enfrentó a la lluvia, me molesté por ser la única a la que el paraguas se le quedó en la micro y por ser la única que dejaron plantada; pero me alegré porque el mío sería el único nombre que estaría puesto en nuestro trabajo.

3

Entro a la Librería Crisis y voy derecho a la sección de poesía mientras disfruto del crujir del piso de madera. Tengo diez mil pesos en el bolsillo y no sé qué comprar. Tomo un libro de Enrique Lihn y comienzo a leer. Luego de una hora y media, el libro ya está consumido. Gratis. Miro alrededor y no veo ninguna cara de reproche. Salgo con mi billete intacto y me voy a emborrachar al bar de la esquina mientras recuerdo una multitud deliciosa de versos.

4

De pronto oí gritos y me asomé a la ventana. Él estaba allí, en la calle Bellavista, arrastrando un peso que no le correspondía. Un par de hombres tomaban fotos mientras otros soltaban las sogas. Él respiró profundo y relajó los músculos. Llegaron los carabineros y uno de ellos, en señal de disculpa humana, le acarició el lomo. La noticia apareció en la prensa: en Valparaíso, a las diez de la mañana, un caballo es obligado a arrastrar un camión… No había dinero para una grúa.

5

A las ocho de la mañana un cañonazo anunciaba la devastación. La gente se retiraba, otros izaban banderas blancas esperando clemencia. No fue hasta las nueve, aún con frío y esa brisa salina característica del puerto, que el almirante Méndez Núñez tomó una decisión tan vil y cobarde que él mismo decía que le repugnaba. Cuatro buques se adelantaron y luego escupieron fuego, estrepitosos estampidos los siguieron y no hacían más que anunciar el apocalipsis. El puerto era iluminado por el peso de la guerra, tres horas bastaron para ver caer a toda la ciudad; después, el silencio.

6

Caminó rápidamente, incluso en la esquina no esperó la verde del semáforo, y mirando a los dos lados atravesó Arlegui. Fueron exactamente diecisiete pasos contados y apurados hasta la vereda del frente. En ese momento olvidó dónde iba y a qué; disimuló un poco mirando hacia los lados y no encontró nada mejor que comprarse unas gomitas de menta en el quiosco. Abrió el envoltorio y se echó una a la boca masticándola suavemente y esperando que el mentol pudiera hacerlo recordar como tantas otras veces

7

Todos los días se levanta, se mira al espejo, se mete al baño, se pone la ropa. Me llama: «Viole, ven al desayuno», me lo tiene listo, comemos y desaparece raudamente con ansias de salir. Vivimos en un pasaje con una escala enredada en orina, Bálticas y punkis, donde parte Yerbas Buenas. El tata baja las escaleras y camina hasta Pirámide, compra La Estrella, critica cuán caro es el diario y toma una 510 dirigiéndose a la plaza O’Higgins. Compra un té, conversa con viajeros, recuerda algunos boleros y juega cartas hasta que dan las siete.

educaplay suscripción