Explicación
Las abejas se comunican normalmente mediante danzas o por la percepción de los olores. Un ejemplo de ello son las feromonas. Sin embargo, estos insectos también son capaces de emitir una serie de sonidos que sirven para comunicarse. Por ejemplo, cuando una reina joven se ve impedida por las obreras en su intento de matar a sus hermanas (cosas de las abejas reproductoras), emite una especie de bocinazo, que podría interpretarse como una señal de advertencia a su hermana antes de que nazca.
Las abejas europeas producen cera para construir los panales. Es como tener una fábrica orgánica para producir material de construcción. Esta habilidad es un rasgo distintivo de esta especie, y les confiere de una ventaja incuestionable, pues son capaces de controlar por sí mismas las características de los materiales con los que fabrican su hogar.
Las larvas reciben esta sustancia durante los tres primeros días de vida. No solo la reina recibe los mejores manjares de la colmena, aunque sí son las que mejor se alimentan.
Hoy sabemos que mientras que el ser humano percibe los colores con tres tipos de fotorreceptores en forma de cono (azul, verde y rojo), en las abejas el espectro de colores está desplazado hacia el ultravioleta en detrimento del rojo, color que no pueden ver. Ello les reporta un beneficio: pues orientan su vuelo en función de la posición del sol o según la polarización de la luz del cielo. Las plantas con flor aprovechan este hecho en su beneficio: depositan pigmentos que reflejan la luz ultravioleta, invisible al ojo humano pero detectable para estos insectos.
Son 20.000 especies aproximadamente las que se conocen en el mundo y de siete a nueve familias reconocidas, aunque muchas no están descritas y el número real es probablemente más alto.
Durante siglos, las abejas han beneficiado a las personas, las plantas y el planeta. Al transportar el polen de flor en flor mejoran la producción de alimentos. Con ello no solo influyen de manera positiva sobre la nutrición, sino también sobre el medio ambiente, ayudando a la biodiversidad y los ecosistemas.
Las abejas están perdiendo su hábitat, lo que puede ocasionar un declive de la polinización con consecuencias como estas. Los monocultivos, los pesticidas y las temperaturas cada vez más altas debido al cambio climático plantean problemas para la población de abejas y, por extensión, para la calidad de los alimentos cultivados.
Una abeja tiene 5 ojos: 3 ojos simples en la parte superior de su cabeza, sobre la frente, y 2 ojos compuestos, con numerosas facetas hexagonales, en cada lado de la cara.
Del polen extraen su fuente de energía, mientras que del néctar obtienen proteínas y otros nutrientes. Durante los meses de invierno, cuando no pueden encontrar ni néctar ni polen, se alimentan de la miel que producen.
Las abejas absorben con su lengua el néctar de las flores y se lo introducen en el buche, regresando a la colmena donde lo entregan a las obreras jóvenes. Después, vuelven a salir en busca de más néctar.
Las abejas llevan a cabo una serie de desplazamientos y movimientos a modo de danza que sus compañeras observan e interpretan. Así, las abejas obreras transmiten a sus pares la dirección y distancia de la fuente de polen, regresan a su colmena y proceden a informar al resto de las abejas de la colonia.
A diferencia de otros insectos voladores, que baten las alas formando un ángulo de entre 145 y 165 grados, el de las abejas es menor a 90 grados, pero lo hacen a mucha más velocidad con una frecuencia de 230 veces por segundo. Esta rapidez es la que ocasiona su característico sonido al volar.