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Doña zorra y su compadre

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Colombia

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Doña zorra y su compadreVersión en línea

Realiza la siguiente lectura. Doña zorra y su compadre gallinazo

por Maria Jaimes
1

Doña zorra y su compadre gallinazo

Doña zorra y su compadre gallinazo

2

Doña zorra y su compadre gallinazo

Doña Zorra se hallaba sentada, una tarde, al borde de una laguna clara como el cristal, contemplando el cielo. De pronto, vio a su compadre, don Gallinazo, que volaba allá arriba e inmediatamente pensó:
    -¡Ridículo animal! Con ese cuello pelado, ese color horrible que tiene y poder volar tan alto! En cambio yo, que soy bonita y que poseo una piel tan fina, no puedo levantarme del suelo, ni siquiera una cuarta.
    Al cabo de largo rato, bajó don Gallinazo y se fue a parar junto a doña Zorra.
    -¡Hola, compadrito!; le saludó ella amablemente. ¡Cuánto gusto de poder hablarle! Durante media hora he estado contemplándolo. ¡Qué espléndidamente vuela usted!
    -Gracias, gracias, contestó él complacido.
    -Pero, vea; siguió ella; no crea que solamente volando se va con rapidez de un sitio a otro. Yo le aseguro que corriendo se llega mucho más ligero.
    -Comadre, está usted equivocada; le replicó muy serio su amigo, moviendo de derecha a izquierda la pelada cabeza.

3

Doña zorra y su compadre gallinazo

-¡Ja, ja, ja; rió ella. Ustedes, las aves, creen saberlo todo; cuando, en realidad, somos nosotros, los animales de cuatro patas, los que más sabemos. Y si no, hagamos una apuesta.
    -Bueno, respondió don Gallinazo.
    -Compadre,  le aseguro que yo llego antes que usted al otro lado de la laguna.
    -¡Cuidado, que va a perder, comadrita!; contestó el pájaro.
    -Esa es cuenta mía; dijo ella. Yo beberé primero toda el agua para poder cruzar por en medio de la laguna y así tendré que correr menos.
 
 
    -Pero, si es tan profunda que ni siquiera se ve el fondo; respondió él. Déjeme usted, no más. Párese en esta piedra y espere ahí a que yo termine.
    El ave obedeció y miró a la zorra que hundió el hocico en el agua y empezó a beber.
    Shui-shui, sonaba el agua al entrar en su boca; glu-glu, hacia al pasar por su garganta.
    Al cabo de un rato vio don Gallinazo que la barriga de su amiga iba creciendo.
    -Doña Zorra, no beba usted tanto. Le va a pasar algo. Mejor dejemos la apuesta; le dijo.
    -¿Y a usted qué le importa, compadre?; le contestó y siguió bebiendo.
    Don Gallinazo volvió a mirarla y notó que el vientre de la muy porfiada se iba inflando más y más a cada instante.
    -¡Doña Zorra va a usted a reventar!; le gritó. Mas, la muy terca, continuaba bebiendo.
    De repente sintió el ave un ruido tremendo que retumbó en los cerros y vio que su amiga había estallado, lo mismo que un globo.
    En ese mismo instante, asomó por entre las peñas una huashua y, caminando con sus coloradas patitas, se acercó al cadáver de la porfiada y luego dijo al pájaro:
    -¡Gracias a Dios que murió esta ladrona! Al cabo podré dormir tranquila, sin temor a que me robe a mis pobres hijitos y se los coma.
    -¡Por fin vivirán en paz los pájaros de estos contornos. Ya nadie los asaltará para devorarlos!; exclamó don Gallinazo.
      Y batiendo las alas muy contento, emprendió el vuelo hacia su nido.
 

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