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Texto 1: Vida de un piojo llamado Matías

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Texto para trabajar la comprensión lectora

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España

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Texto 1: Vida de un piojo llamado MatíasVersión en línea

Texto para trabajar la comprensión lectora

por Pablo Nine
1

Vida de un piojo llamado Matías

Vida de un piojo llamado Matías

2

Pág. 1

Yo nací en la nuca de un gigante humano que era maquinista.

Los primeros once días de mi vida, que es lo mismo que decir mi infancia entera, los pasé montado en la cabeza del gigantes. El gigante, a su vez, iba montado en un tren de mercancías y de vez en cuando atravesábamos alguna ciudad.
Aquel gigante se llamaba Matías. Como yo no tenía nombre, me pareció bien tomar el suyo. De esta manera, cuando alguien le preguntaba:
— Hola, Matías. ¿Cómo va eso?
Yo sentía con agrado que también me hablaban a mí.
Y cuando él respondía:
— Pues aquí estoy tan tranquilo, rascándome como de costumbre la cabeza.
A mí me daba por pensar que era yo el que pronunciaba aquellas palabras.
Fuera de unos pocos remansos de tranquilidad, no he tenido una vida fácil. He viajado bastante, eso sí, y he visto lo que he visto.
La gente cree que los piojos sólo sabemos picar y tumbarnos a la bartola entre una y otra picadura, pero no es verdad. ¡Cómo si no tuviéramos nuestros propios sentimientos!
Una espina he llevado siempre clavada en el corazón. Me refiero a la pena de no haber conocido a mi madre.
A mí, al nacer, nadie me acunó en sus brazos, ni me hizo caricias, ni me cuidó. Desde un comienzo tuve que enfrentarme solo a los peligros, trabajar duro, aprenderlo todo por mi cuenta y estar alerta mañana y tarde para no perder la vida en un descuido.
En pocos días, pongamos cinco o seis, me formé dentro de un huevo. El huevo era diminuto y blanco. A simple vista se confundía con un cachito de caspa. Menos mal, ya que por regla general la duración de nuestra vida depende de que los gigantes humanos en cuyos bosque vivimos no nos descubran.
En cuanto nos echan el ojo se desviven por matarnos. Nunca he terminado de entender la manía que nos tienen. Verdad es que con frecuencia les chupamos un poco de sangre. ¡Pero es que ellos se comen pollos, cerdos y peces enteros! ¡Hasta caracoles cocidos en salsa de tomate he visto yo comer a Matías, el maquinista!

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