El hombre
primitivo les atribuía un significado mágico. Ya los autores de la Antigüedad clásica los habían observado y,
en general, interpretado correctamente. El término fósil lo
empleaba ya Plinio en el siglo I,
y su uso fue recuperado en el siglo XVI por Agricola,
aludiendo a su carácter de cuerpo enterrado (como derivado de fossa)
e incluía tanto los restos orgánicos como los cuerpos minerales integrados en los
materiales de la corteza terrestre. Esta situación se mantuvo
hasta principios del siglo pasado, si bien es verdad que los auténticos fósiles
solían diferenciarse como fósiles organizados.