El
mes
de
julio
había
sido
caluroso
en
Sevilla
.
Las
tertulias
se
reunían
en
aquellos
patios
deliciosos
en
que
las
hermosas
fuentes
de
mármol
,
con
sus
juguetones
saltaderos
,
desaparecían
detrás
de
una
gran
masa
de
tiestos
de
flores
.
del
techo
de
los
corredores
,
guarnecían
el
patio
grandes
faroles
o
bombas
de
cristal
,
que
esparcían
en
torno
torrentes
de
luz
.
Las
flores
perfumaban
el
ambiente
,
y
contribuían
a
realzar
la
gracia
y
el
de
esta
escena
los
ricos
muebles
que
la
adornaban
,
y
sobre
todo
las
sevillanas
,
cuyos
animados
y
alegres
diálogos
competían
con
el
blando
susurro
de
las
fuentes
.
En
una
noche
hacia
fines
del
mes
había
gran
concurrencia
en
casa
de
la
joven
,
linda
y
elegante
condesa
de
Algar
.
Se
tenía
a
gran
dicha
ser
introducido
en
aquella
casa
,
y
por
cierto
no
había
cosa
más
fácil
,
porque
la
dueña
era
tan
amable
y
tan
accesible
,
que
recibía
a
todo
el
mundo
con
la
misma
sonrisa
y
la
misma
.
La
facilidad
con
que
admitía
a
todos
los
presentados
no
era
muy
del
gusto
de
su
tío
el
general
Santa
María
,
militar
de
la
época
de
Napoleón
,
belicoso
por
excelencia
y
(
como
solían
ser
los
militares
de
aquellos
tiempos
)
algo
brusco
,
un
poco
exclusivo
,
un
tanto
cuanto
absoluto
y
;
en
fin
,
un
hijo
clásico
de
Marte
,
plenamente
convencido
de
que
todas
las
relaciones
entre
los
hombres
consisten
en
mandar
u
obedecer
,
y
de
que
el
objeto
y
principal
utilidad
de
la
sociedad
es
clasificar
a
todos
y
a
cada
uno
de
sus
miembros
.
En
lo
demás
,
español
como
Pelayo
,
como
el
Cid
.
El
general
,
su
hermana
la
marquesa
de
Guadalcanal
,
madre
de
la
condesa
,
y
otras
personas
estaban
jugando
al
tresillo
.
Algunos
hablaban
de
política
,
paseándose
por
los
corredores
;
la
juventud
de
ambos
sexos
,
sentada
junto
a
las
flores
,
charlaba
y
reía
como
si
la
tierra
sólo
produjese
flores
y
el
aire
sólo
resonase
en
alegres
risas
.
La
condesa
,
medio
recostada
en
un
sofá
,
se
quejaba
de
una
fuerte
,
que
,
sin
embargo
,
no
le
impedía
estar
alegre
y
risueña
.
Era
pequeña
,
delgada
y
blanca
como
el
.
Su
espesa
y
rubia
cabellera
ondeaba
en
tirabuzones
a
la
inglesa
.
Sus
ojos
pardos
y
grandes
,
su
nariz
,
sus
dientes
,
su
boca
,
el
óvalo
de
su
rostro
,
eran
modelos
de
perfección
;
su
gracia
,
.
Querida
en
extremo
por
su
madre
,
adorada
por
su
marido
,
que
,
no
gustando
de
la
sociedad
,
le
daba
,
sin
embargo
,
una
libertad
sin
límites
,
porque
ella
era
y
él
confiado
;
era
la
condesa
,
en
realidad
,
una
niña
mimada
.
Pero
,
gracias
a
su
excelente
carácter
,
no
abusaba
de
los
privilegios
de
tal
.
Sin
grandes
facultades
intelectuales
,
tenía
el
talento
del
corazón
;
sentía
bien
y
con
delicadeza
.
Toda
su
ambición
se
reducía
a
divertirse
y
agradar
sin
exceso
,
como
el
ave
que
vuela
sin
saberlo
y
canta
sin
esfuerzo
.
Aquella
noche
había
vuelto
de
paseo
,
cansada
y
algo
;
se
había
quitado
el
vestido
y
pues
tose
una
sencilla
blusa
de
blanca
.
Sus
brazos
blancos
y
redondos
asomaban
por
los
encajes
de
sus
mangas
perdidas
;
se
había
olvidado
de
quitarse
un
brazalete
y
las
sortijas
.
Cerca
de
ella
estaba
sentado
un
coronel
joven
,
recién
venido
de
Madrid
,
después
de
haberse
distinguido
en
la
guerra
de
Navarra
.
La
condesa
tenía
fijada
en
él
toda
su
atención
.