La Iglesia: Los Fieles, la Jerarquía y el PapaVersión en línea
Se presenta la Iglesia Católica: los fieles, la Jerarquía, la misión del Papa y la función de los Obispos.
1
La Iglesia es templo del Espíritu Santo
La Iglesia es el Pueblo de Dios porque Él
quiso santificar y salvar a los hombres no aisladamente, sino constituyéndolos
en un solo pueblo, reunido en la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu
Santo. (CCIC 153).
Este pueblo, del que se llega a ser
miembro mediante la fe en Cristo y el Bautismo, tiene por origen a Dios
Padre, por cabeza a Jesucristo, por condición la dignidad y la
libertad de los hijos de Dios, por ley el mandamiento nuevo del amor,
por misión la de ser sal de la tierra y luz del mundo, por destino el
Reino de Dios, ya iniciado en la Tierra. (CCIC 154).
El Pueblo de Dios participa del oficio sacerdotal
de Cristo en cuanto los bautizados son consagrados por el Espíritu Santo
para ofrecer sacrificios espirituales; participa de su oficio profético cuando,
con el sentido sobrenatural de la fe, se adhiere indefectiblemente a ella, la
profundiza y la testimonia; participa de su función regia con el
servicio, imitando a Jesucristo, quien siendo rey del universo, se hizo siervo
de todos, sobre todo de los pobres y los que sufren. CCIC 155).
La Iglesia es llamada templo del
Espíritu Santo porque el Espíritu vive en el cuerpo que es la Iglesia: en su
Cabeza y en sus miembros; Él además edifica la Iglesia en la caridad con la
Palabra de Dios, los sacramentos, las virtudes y los carismas. (CCIC 159). Los fieles son aquellos que,
incorporados a Cristo mediante el Bautismo, han sido constituidos miembros del
Pueblo de Dios; han sido hecho partícipes, cada uno según su propia condición,
de la función sacerdotal, profética y real de Cristo, y son llamados a llevar a
cabo la misión confiada por Dios a la Iglesia. Entre ellos hay una verdadera
igualdad en su dignidad de hijos de Dios. (CCIC 177). Tenemos que dar en todo tiempo gracias
a Dios por vosotros, hermanos, como es justo, porque vuestra fe está
progresando mucho y se acrecienta la mutua caridad de todos y cada uno de
vosotros, hasta tal punto que nosotros mismos nos gloriamos de vosotros en las
Iglesias de Dios por la tenacidad y la fe en todas las persecuciones y
tribulaciones que estáis pasando. Esto es señal del justo juicio de Dios, en el
que seréis declarados dignos del Reino de Dios, por cuya causa padecéis. (1Tes
1, 3-5).
2
Los carismas son dones del Espíritu Santo
Los
carismas son dones especiales del Espíritu Santo concedidos a cada uno para el
bien de los hombres, para las necesidades del mundo y, en particular, para la
edificación de la Iglesia, a cuyo Magisterio compete el discernimiento sobre
ellos. (CCIC 160).
Cristo instituyó la jerarquía eclesiástica
con la misión de apacentar al Pueblo de Dios en su nombre, y para ello le dio
autoridad. La jerarquía está formada por los ministros sagrados: obispos,
presbíteros y diáconos. Gracias al sacramento del Orden, los obispos y
presbíteros actúan, en el ejercicio de su ministerio, en nombre y en la persona
de Cristo cabeza; los diáconos sirven al Pueblo de Dios en la diaconía (servicio)
de la palabra, de la liturgia y de la caridad. (CCIC 179).
A ejemplo de los doce Apóstoles, elegidos y
enviados juntos por Cristo, la unión de los miembros de la jerarquía
eclesiástica está al servicio de la comunión de todos los fieles. Cada obispo
ejerce su ministerio como miembro del colegio episcopal, en comunión con el
Papa, haciéndose partícipe con él de la solicitud por la Iglesia universal. Los
sacerdotes ejercen su ministerio en el presbiterio de la Iglesia particular, en
comunión con su propio obispo y bajo su guía. (CCIC 180).
Os ruego, hermanos, que os
guardéis de los que suscitan divisiones y escándalos contra la doctrina que
habéis aprendido; apartaos de ellos, pues esos tales no sirven a nuestro Señor
Jesucristo, sino a su propio vientre, y, por medio de suaves palabras y
lisonjas, seducen los corazones de los sencillos. (Rm 16, 17-18).
De todos modos, si alguien quiere discutir,
no es ésa nuestra costumbre ni la de las Iglesias de Dios. Y al dar estas
disposiciones, no os alabo, porque vuestras reuniones son más para mal que para
bien. Pues, ante todo, oigo que, al reuniros en la asamblea, hay entre vosotros
divisiones, y lo creo en parte. Desde luego, tiene que haber entre vosotros
también disensiones, para que se ponga de manifiesto quiénes son de probada
virtud entre vosotros. (1Cor 16, 16-19). Bajo sus pies sometió todas la cosas y le constituyó Cabeza
suprema de la Iglesia, que es su Cuerpo, la Plenitud del que lo llena todo en
todo. (Ef 1, 22-23).
3
El amor del marido a su mujer, y el amor de Cristo a su Iglesia
La Iglesia
es cuerpo de Cristo porque, por medio del Espíritu, Cristo muerto y resucitado
une consigo íntimamente a sus fieles. De este modo los creyentes en Cristo, en
cuanto íntimamente unidos a Él, sobre todo en la Eucaristía, se unen entre sí
en la caridad, formando un solo cuerpo, la Iglesia. Dicha unidad se realiza en
la diversidad de miembros y funciones. (CCIC 156).
24 Así como la Iglesia está sumisa a
Cristo, así también las mujeres deben estarlo a sus maridos en todo. 25
Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí
mismo por ella, 26 para santificarla, purificándola mediante el baño del agua,
en virtud de la palabra, 27 y presentársela resplandeciente a sí mismo; sin que
tenga mancha ni arruga ni cosa parecida, sino que sea santa e inmaculada. 28
Así deben amar los maridos a sus mujeres como a sus propios cuerpos. El que ama
a su mujer se ama a sí mismo. 29 Porque nadie aborreció jamás su propia carne;
antes bien, la alimenta y la cuida con cariño, lo mismo que Cristo a la
Iglesia, 30 pues somos miembros de su Cuerpo. (Ef 5, 24-30).
El que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu
dice a las Iglesias: al vencedor le daré a comer del árbol de la vida, que está
en el Paraíso de Dios. (Ap 2, 7).
14 ¿Está enfermo alguno entre vosotros?
Llame a los presbíteros de la Iglesia, que oren sobre él y le unjan con óleo en
el nombre del Señor. 15 Y la oración de la fe salvará al enfermo, y el Señor
hará que se levante, y si hubiera cometido pecados, le serán perdonados. (St 5,
14-15).
El Papa, Obispo de Roma y sucesor de san
Pedro, es el perpetuo y visible principio y fundamento de la unidad de la
Iglesia. Es el Vicario de Cristo, cabeza del colegio de los obispos y pastor de
toda la Iglesia, sobre la que tiene, por institución divina, la potestad plena,
suprema, inmediata y universal. (CCIC 182).
El colegio de los obispos, en comunión con
el Papa y nunca sin él, ejerce también él la potestad suprema y plena sobre la
Iglesia. (CCIC 183).
Díceles
Jesús: «Y vosotros ¿quién decís que soy yo?» Simón Pedro contestó: «Tú eres el
Cristo, el Hijo de Dios vivo». Replicando Jesús le dijo: «Bienaventurado eres
Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino
mi Padre que está en los cielos. Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y
sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán
contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en
la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará
desatado en los cielos». (Mt 16, 15-19). Los obispos, en comunión con el Papa,
tienen el deber de anunciar a todos el Evangelio, fielmente y con autoridad,
como testigos auténticos de la fe apostólica, revestidos de la autoridad de
Cristo. Mediante el sentido sobrenatural de la fe, el Pueblo de Dios se adhiere
indefectiblemente a la fe, bajo la guía del Magisterio vivo de la Iglesia. (CCIC 184).
La infalibilidad del Magisterio se ejerce
cuando el Romano Pontífice, en virtud de su autoridad de Supremo Pastor de la
Iglesia, o el colegio de los obispos en comunión con el Papa, sobre todo
reunido en un Concilio Ecuménico, proclaman con acto definitivo una doctrina
referente a la fe o a la moral. (CCIC 185A). Es, pues, necesario que el epíscopo sea
irreprensible, …, apto para enseñar, …, desprendido del
dinero. Que gobierne bien su propia casa y mantenga sumisos a sus hijos con
toda dignidad; pues si alguno no es capaz de gobernar su propia casa, ¿cómo
podrá cuidar de la Iglesia de Dios? Que no sea neófito, no sea que, llevado por la
soberbia, caiga en la misma condenación del Diablo. (1Tim 3, 2.4-6). Había en la Iglesia fundada en
Antioquía profetas y maestros: Bernabé, Simeón llamado Níger, Lucio el
cirenense, Manahén, hermano de leche del tetrarca Herodes, y Saulo. Mientras estaban
celebrando el culto del Señor y ayunando, dijo el Espíritu Santo: «Separadme ya
a Bernabé y a Saulo para la obra a la que los he llamado». Entonces, después de
haber ayunado y orado, les impusieron las manos y les enviaron. (Hch 13, 1-4).
5
La Iglesia Católica la estableció Jesucristo
6
La Iglesia Católica y su notable labor
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