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Test sobre curiosidades

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Curiosidades sobre el contexto histórico: centrándose en la cultura y la costumbres

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Test sobre curiosidades Versión en línea

Curiosidades sobre el contexto histórico: centrándose en la cultura y la costumbres

por Irati Eceiza
1

Donde se celebraban los matrimonios?

2

Para qué se utilizaban las ermitas aparte de su función religiosa?

3

El ideal patriarcal de mujer sumisa, casera, dedicada a parir y cuidar hijos y desde luego trabajando la tierra y cuidando la casa, estaba, como en otras partes fuertemente arraigado. Verdadero o falso?

4

Una vez caída la noche...?

5

Donde se reunían los hombres y las mujeres?

6

A que juegos jugaban en las tertulias que tanto gustaban en el siglo XVIII?

7

La danza solamente era una de las actividades predilectas las clases altas. Verdadero o falso?

Explicación

Las bodas por lo común eran pactadas entre padres y tutores interesados, enterándose los novios en muchas ocasiones de las negociaciones cuando éstas estaban ya cerradas. Era creencia popular que no convenía que éstos se casasen enamorados (“Ezkontze amodiozko, bizitze dolorezko”, se decía en Garazi) e incluso que se conociesen previamente. Para los más reacios a conseguir un acuerdo matrimonial se celebraban en algunos puntos auténticas “ferias de bodas”, como la de Irurtzun del día del Ángel de la Guarda (1 de marzo). Por la mañana los padres hacían los tratos y los escribanos otorgaban las capitulaciones y por la tarde se hacía una romería para que se conociesen los futuros contrayentes. Duró esta costumbre hasta 1936.

Todavía era relativamente normal, en pleno siglo XIX, en la Navarra rural. Los lugares despoblados en los que se producían encuentros, especialmente las ermitas, fueron siempre el punto de mira de los moralistas. Los obispos no solían pararse en barras en estos casos, como lo evidencia una disposición del de Pamplona de 1826 con ocasión de las concentraciones nocturnas de jóvenes que se producían en la ermita de Santa Marina, el día de esa festividad, provenientes de Bakaiku, Iturmendi y Urdiain,que se permitiese a los mozos visitar a sus novias las noches de los sábados, trepando por la ventana al oscurecer y marchándose al alba. En Roncal, Salzar y Zuberoa se denominaba al sábado “amoros eguna” o “neskanegun”.

Un elemento simbólico del papel conferido a la mujer, y asumido por ella, era el de su puesto a la hora de las comidas. En la sociedad tradicional la mujer servía al varón en el punto de trabajo o bien cuando se comía en casa lo hacía aparte, pero rara vez se sentaba en la mesa. Esta costumbre se ha mantenido casi prácticamente hasta nuestros días y ya llamó la atención de Humboldt en 1801; refiriéndose a Markina, dice: “Yo presencié una vez un almuerzo de familia. El amo, sus dos hijos, el criado y un jornalero se sentaron en la heredad alrededor de un plato… La mujer estaba de pié detrás de ellos y solamente miraba, porque ya había comido en casa. Después de la comida unció el jornalero sus bueyes al arado de cuatro puntas, y la mujer sembró maíz detrás… Trabajando cobraban aquí además del almuerzo, y pan y vino por la tarde, 10 reales… Una mujer cobraba todo el alimento y un real.”

Hasta épocas bien avanzadas, finales del siglo XVIII e incluso comienzos del XIX, se mantuvieron algunos de los elementos de la vida cotidiana provenientes de la Edad Media. En casi todos los pueblos seguían vigentes ordenanzas que marcaban como obligatoria la retirada de todos los vecinos de las calles al toque del avemaría, como se había venido haciendo durante siglos. Sin salir de San Sebastián en la misma época, todos debían recogerse en sus casas a las ocho en invierno y a las nueve en verano, asegurándose que las puertas de las casas quedaban bien cerradas.

El lugar de encuentro, sociabilidad y conversación popular femenina era el lavadero y la fuente: “…parecerá a cualquiera que estas mozuelas sintieran hacer viajes largos para traer agua, pues es todo lo contrario, gustan más de ir al Chofre, porque allí encuentran otras sus amigas, forman tertulia para tratar sus cosas en que se les pasan las horas sin sentir, y si llevan algunos pañuelos que lavar tienen disculpa para con sus amos para gastar toda una mañana ó toda una tarde y lo hacen por conveniencia porque estando menos en casa se excusan de hilar o de otras labores, á esto se llega que la que tiene galanteo encuentra en el camino ó en la fuente a su querido, con que dicho se está que si la hora de comer o la noche no las hace volver estarían horas y más horas.” Por su parte la tertulia urbana masculina y popular por excelencia se celebra en la taberna. Unas estaban controladas por el ayuntamiento, con horarios rígidos y vigilancia de juegos y actividades delictivas, pero en todas las villas había otras clandestinas en las que se bebía, se jugaba y se conversaba sin demasiadas cortapisas. En Vitoria, por ejemplo, había 12 tabernas de las reguladas legalmente.

El juego en el que más se ocupaban los hombres era el billar en sus diversas variedades: “truco”, “garita”, “a la española”, por lo general variedades con troneras por las que se introducían las bolas propias o las de los contrarios, según los casos. Las mujeres se entretenían más con los naipes, especialmente con la “malilla”. Desde luego no muchas casas podían permitirse el tener instalado un billar. En concreto se indica que había en Donostia 13 mesas. Estas casas principales eran las que recibían las tertulias más concurridas y codiciadas. Igualmente en Bilbao se constatan tertulias tanto de hombres como de mujeres, de unos 15 a 20 componentes, que se turnaban en sus casas haciendo de anfitriones. En algunas poblaciones, como Vitoria, los viejos mentideros ubicados a lo largo de los siglos XVII y XVIII en los espacios abiertos de la Plaza, tienden a institucionalizarse, estableciéndose lugares cerrados como la “Casa de Conversación” que se abrió en esta ciudad. Para las últimas décadas del siglo XVIII el recurso más usado para ubicar los ámbitos de recreo y relación de los grupos sociales dominantes era el de las propias casas concejiles.

Además de los 'saraos' estilo los Bridgerton que organizaban los más adinerados. a. El equivalente popular y campesino a estos saraos eran las tertulias, denominadas en vasco 'bigiriak'.. Consistían en reuniones nocturnas, preferentemente de jóvenes, en los caseríos para la realización de diversos trabajos: agramar el lino (ezpatetia), hilar (gorubetia) o desgranar el maíz (artozuriketia), asociados a ciertos periodos de descanso en los que la merienda, la bebida y la danza se enseñoreaban de la congregación campesina. Además el baile popular tenía lugar en otros dos escenarios: las romerías y la plaza pública. Las primeras provocaban grandes quebraderos de cabeza a los moralistas, pues por lo general las ermitas en donde se celebraban estaban apartadas y descontroladas y sobre todo el viaje hacia ellas, tanto de ida como de vuelta, se hacía con frecuencia de noche y muchas parejas quedaban despistadas entre los maizales por el camino. Los bailes en la plaza, siempre de día y bajo la vigilancia de las autoridades, casi siempre del propio alcalde o fiel, no conseguían evitar radicalmente el contacto entre personas de distinto sexo. Para ejecutar algunos bailes se daban las manos y el final de otros (la soka-dantza y el aurresku) concluía con una apoteosis de revolcones y culadas, según un informe de la época: “un arrebato de jigas”.

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