Debemos de
analizar la importancia que tiene la transformación del pensamiento donde el
docente es una simple fuente del conocimiento y emisor del mismo, donde en el proceso pelágico existe un receptor (alumno) y un emisor
(docente).
Es importante resaltar que el docente autentico sabe que su trabajo
consiste en ayudar a los alumnos a construir una misión y dentro de esta
descubrir su vocación o las semillas de la misma, actúa para que el estudiante
pueda conocerse y descubrirse a sí mismo en búsqueda de la verdad de aquellos
de los que puedan creer con la mayor honestidad y sinceridad posible, las
razones por la cual vale la pena vivir.
El educador debe reflejar su fe en
su propia vida, trata de caminar siempre al lado de sus alumnos tomando en
cuenta sus intereses y necesidades, dispuesto a atender con especial cariño y
dedicación sobre todo cuando estén en serios problemas y dificultades. Que los
alumnos sientan que siempre podrán contar con su ayuda y comprensión.
La labor del docente no debe ser rutinaria, técnica ni alineado, la labor
de este debe ser dinámica, critica, responsable con él, con el estudiante y con
la sociedad.
Si partimos de la base de que todo hombre aprende en cualquier lugar y en
todo momento, en el fondo todos los hombres -y muy especialmente las personas
que ocupamos funciones directivas- somos y debemos ser unos educadores.
Educador debe ser el Director y el Subdirector; el Jefe de División y el
Asesor; el Técnico y el Instructor; el Gerente y el Subgerente. Pero
naturalmente, es en el instructor o del docente
en donde reside la responsabilidad principal de la transmisión de una
filosofía, de unos principios, de unos valores porque "al fin y al cabo,
todas las grandes civilizaciones han tenido por cimientos los instructores, no
los ingenieros ni los técnicos".