mulato, -ta
Se aplica a la persona que ha nacido de padre blanco y madre negra o de padre negro y madre blanca: en los países de América Central hay mucha población mulata. Se afirma que el término mulato tiene su origen en el árabe, en el que se usaba la palabra muwallad para designar personas nacidas de un progenitor árabe y uno no-árabe. La raíz es la palabra wallad, que significa parir o engendrar.
El término antiguo y correcto es pardo (referido a las castas). Refiriéndose a los descendientes de la mezcla de razas o etnias de nativos blancos europeos y negros africanos. Los rasgos físicos de mulatos varían entre sí: pueden tener piel oscura o clara, o un color entre los dos. El pelo puede ser rizado, liso o de cualquier otra textura. La mezcla de razas o etnias de un mulato es uno de los muchos ejemplos de la relaciones interraciales en la humanidad. Otros similares son los mestizos y los zambos.
Actualmente poblaciones donde es muy común ver este origen mixto están en las zonas africanas del límite norte del Sáhara, Estados Unidos, la mayoría de los países latinoamericanos, como Puerto Rico, Honduras, Cuba, República Dominicana, Brasil, Venezuela, Colombia, Costa Rica y Panamá. En Asia existen también destacadas minorías de personas pardas.
Sin embargo, se trata de un término anticuado que implica que habría personas puramente blancas o puramente negras y mulato es el resultado de la mezcla de ambos. Los genetistas e historiadores modernos no aceptan el concepto de raza y niegan que existan las llamadas razas puras, siendo la totalidad de la población mundial el producto de diversas mezclas.
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Los Mulatos en Nueva España
mulato, -ta
Se aplica a la persona que ha nacido de padre blanco y madre negra o de padre
negro y madre blanca: en los países de América Central hay mucha población
mulata. Se afirma que el
término mulato tiene su origen en el árabe, en el que se usaba la palabra muwallad
para designar personas nacidas de un progenitor árabe y uno no-árabe. La raíz
es la palabra wallad, que significa parir o engendrar.
El término antiguo y correcto es pardo (referido a las castas). Refiriéndose a los descendientes de la mezcla
de razas o etnias de nativos blancos europeos y negros africanos. Los rasgos físicos de mulatos
varían entre sí: pueden tener piel oscura o clara, o un color entre los dos. El
pelo puede ser rizado, liso o de cualquier otra textura. La mezcla de razas o
etnias de un mulato es uno de los muchos ejemplos de la relaciones
interraciales en la humanidad. Otros similares son los mestizos y los zambos.
Actualmente poblaciones donde es
muy común ver este origen mixto están en las zonas africanas del límite norte
del Sáhara, Estados Unidos, la mayoría de los países
latinoamericanos, como Puerto Rico, Honduras, Cuba,
República
Dominicana, Brasil, Venezuela, Colombia, Costa Rica y Panamá. En Asia existen también destacadas
minorías de personas pardas.
Sin embargo, se trata de un
término anticuado que implica que habría personas puramente blancas o puramente
negras y mulato es el resultado de la mezcla de ambos. Los genetistas e
historiadores modernos no aceptan el concepto de raza y niegan que existan las
llamadas razas puras, siendo la totalidad de la población mundial el producto
de diversas mezclas.
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Los Mulatos en Nueva España
Los
mulatos y las naciones en Centroamérica
Lowell Gudmundson
Mount Holyoke College
lgudmund@mtholyoke.edu
A la
memoria de Germán Tjarks
"No
son ellos, somos nosotros", Rina Cáceres
Resulta
difícil expresar adecuadamente el honor y el placer que sentí al responder a la
invitación que tan gentilmente me hicieron de compartir unas reflexiones con
ustedes. Fue aquí mismo hace ya 24 años que comencé mi carrera académica como
profesor en la Universidad Nacional y guardo un especial cariño para todo
aquello relacionado con Heredia y con la UNA.
¡Qué viva la historia!
El tema de
los orígenes coloniales de los mulatos y de las naciones abrió camino para mí
hacia el trabajo de archivo en Costa Rica. Pero después de un cuarto de siglo y
pese a tanto optimismo inicial en los años setentas, habría que preguntarse,
¿por qué ha avanzado tan poco el estudio de la historia afrocentroamericana?
Creo que la mejor respuesta que tenemos a esta pregunta la dio recientemente la
doctora Rina Cáceres en la clausura de la última reunión internacional "La
Ruta del Esclavo" (celebrada en febrero pasado, en la Universidad de Costa
Rica), con la frase que sirve de epígrafe a esta ponencia: "No son ellos,
somos nosotros". De la manera más sintética y profunda a la vez, nos
recordó que el problema es de reconocimiento e identificación más que del
conocimiento en sí.
De allí mi
profunda alegría al notar la publicación del libro Negros y blancos, todo
mezclado, de Tatiana Lobo y Mauricio Meléndez hace ya algunos meses. Su hábil
manejo de la experiencia histórica concreta hecha literatura, y de la
genealogía, incluso autobiográfica, para rescatar del olvido a muchos
antepasados un tanto malinterpretados cuando no menospreciados, ofrecen otra vía
de acceso a la historia que tanto esperábamos y aún esperamos ver florecer.
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Los Mulatos en Nueva España
Con esta
advertencia damos comienzo, entonces, a una breve discusión de los mulatos y
las naciones en Centroamérica en dos partes: primero, quisiera recordarles de
cuán entrelazadas son las historias de las naciones y de los mulatos en
Centroamérica, sobre todo en el siglo pasado; después, quisiera ilustrar con
imágenes, desde retratos presidenciales hasta álbumes familiares, cómo los
centroamericanos, de este como de aquel siglo, han preferido esquivar cualquier
identificación con su mulatez, para terminar con algunos ejemplos y expresiones
que más bien hacen eco del epígrafe, "no son ellos, somos nosotros".
Los mulatos y las
naciones
Prácticamente
todos aquellos procesos históricos que asociamos con la formación del Estado
nacional, comenzando a principios del siglo pasado, fueron en verdad
inseparables de la historia de las poblaciones criollas mulatas y negras. En
aras de la brevedad aquí nos limitaremos a señalar tres puntos centrales:
1) la
igualdad republicana y liberal del ciudadano;
2) el
ejercicio de las armas y del poder político; y
3) la
agricultura de mercado y la privatización de la propiedad de la tierra.
Si estos
tres puntos figuran, claramente, en la agenda básica de todo Estado nacional en
formación, menos reconocido es el hecho del papel central de los mulatos en las
luchas centenarias por definir al contenido de dicha agenda.
El anhelo
popular de abolir no sólo la moribunda esclavitud sino las desigualdades formales
se tradujo en el apoyo al concepto de la ciudadanía. Para los mulatos, y en
menor medida para los demás grupos de origen mixto, la mejor forma de lograr
esta igualdad jurídica como importante paso hacia la igualdad social más
amplia, parecía ser la de superar a las categorías étnicas mediante su
supresión para que no se siguiera empleándolas para discriminar en su contra.
Durante varias décadas después de la Independencia el término
"ciudadano" reemplazó a cualquier designación étnica, al menos en público,
y no fue hasta finales del siglo pasado y principios de este que los términos
ladino o mestizo versus indígena dominarían en el discurso público.
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Los Mulatos en Nueva España
Tuvieron
tal éxito en esta iniciativa los mulatos, o afro-mestizos como algunos quieren
llamarlos últimamente, que es creencia generalizada entre los centroamericanos
de hoy que los afroamericanos en la región son solo los descendientes de los
antillanos recién llegados con la actividad bananera. Más, a fines de la
Colonia las autoridades españolas se referían consistentemente a los no
indígenas del campo como "mulatos" y a los muy pocos demás como
españoles o españoles americanos.
Incluso,
en los censos parroquiales de Guatemala en 1813 se identifican a las mismas
poblaciones no indígenas como mulatos, por un lado, y como ladinos, por el otro
lado del mismo folio. Los curas y oficiales coloniales no ofrecían un juicio
etnobiológico desinteresado. Su propósito fue descalificar y deslegitimar como
vecinos y súbditos con derechos a la tierra y a los honores públicos a los así
llamados, mientras que de alguna manera tanto los indígenas como los españoles
peninsulares y americanos sí los merecerían.
Nos
encontramos, inevitablemente, frente a espejismos recíprocos: durante los
últimos dos siglos se nos han hecho creer que todos los ladinos o mestizos son
una mezcla de español e indígena sin importante contribución africana, mientras
que por poco los colonialistas afirmaban el predominio absoluto del componente
africano, quizás con motivos idénticos cuando a la inversa. Si bien es cierto
que no todos tuvieron ascendencia africana, no es menos cierto que la gran
mayoría sí la tuvieron en alguna medida y lo importante es descubrir por qué
esto se ha negado con tanta vehemencia dentro de las distintas tradiciones míticas
de la ciudadanía supra-étnica en Centroamérica.
. Algo
parecido ocurre con poblaciones enteras conforme avanza su consolidación
económico-social y participan en el proceso generalizado de mestizaje. Así que
se puede decir que cuando "desaparecen" los mulatos como categoría,
no es tanto prueba del éxito del concepto de "ciudadano" e igualdad
jurídica para todos, ni tampoco de la infusión de nuevo material genético, sino
del ascenso social y económico de muchos de ellos.
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Los Mulatos en Nueva España
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Los Mulatos en Nueva España
De muchos
es conocida la existencia y la importancia de las llamadas milicias de pardos y
mulatos a fines de la Colonia. Curiosamente, los que más frecuente y
eficazmente portaron armas en la Centroamérica colonial tienden a desaparecer
de las historias nacionales. Se trata de un extraordinario y sospechoso caso de
desaparición sin dejar rastro, un triángulo de las Bermudas para los mulatos
centroamericanos. Sin embargo, ya se comprobó no solo la llegada al poder de
toda una generación de oficiales rebeldes con el general Carrera en Guatemala
en 1839, sino la procedencia de sus primeros y más importantes lugartenientes
de Oriente, los hermanos Mejía de Santa Rosa de Mita, de entre las familias
mulatas más destacadas de la zona.
La
rebelión que cambió radicalmente el rumbo de la historia centroamericana suele
ser interpretada y presentada como de carácter indígena, o cuando más como
campesino pluriétnico. Su origen en el Oriente, sin embargo, se alimentó de la
resistencia de poblaciones organizadas que oficiales tanto coloniales como
nacionales se tildaban de mulatos.
Al llegar
a compartir una cuota importante del poder con las varias administraciones
carreristas y con los liberales en Guatemala posteriormente, las milicias antes
mulatas y ahora ladinas desempeñaron un papel cada vez más central en la
organización del Estado y su control de la sociedad.
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Los Mulatos en Nueva España
Desde
Guatemala hasta El Salvador, Nicaragua y Guanacaste en Costa Rica, el Pacífico
centroamericano albergaba a la población más claramente mulata, pero muchas
otras regiones también, tales como el Oriente de Guatemala, se identificaban
con esta población y sus patrones culturales.
El pueblo
cada vez más afroamericano de Amatitlán. Los ingresos del gobierno liberal de
Gálvez que caería a manos del general Carrera dependían en extremo de esta producción
nopalera y no fue hasta el auge del café que el añil y la cochinilla, productos
del trabajo mulato en gran medida, perderían su dominio sobre la economía y el
fisco centroamericanos. Y con el café, hasta en sus comienzos en Costa Rica
expandió primero en las zonas alrededor de San José con previa experiencia en
la producción tabacalera, zonas muchísima más mulatas que aquellas de Heredia y
de Alajuela que predominarían luego.
En todas
estas tres actividades de exportación las poblaciones mulatas tuvieron
especiales motivos para solicitar la privatización de la tierra, primero
tímidamente en censo enfitéutico y luego con dominio pleno. Los pueblos mulatos
fueron los menos favorecidos con tierras bajo la Colonia. Así, para poder
expandir sus cultivos fueron casi obligados a ejercer creciente presión no solo
sobre los derechos territoriales de las comunidades indígenas sino sobre las
corporaciones municipales y sus tierras baldías.
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Los Mulatos en Nueva España
La caña de
azúcar es un caso especialmente ilustrativo ya que en Guatemala su producción
fue dominada por las órdenes religiosas, sobre todo los dominicos y los
jesuitas con abundante mano de obra esclava mulata y negra. Los tres sitios de
mayor cultivo comercial fueron otra vez Amatitlán, Palencia y San Gerónimo en
Baja Verapaz. En el más grande de los ingenios, el de San Gerónimo, en 1821
convivían con los 700-800 vecinos indígenas unos 550 esclavos y 250 libertos
afroamericanos, todo esto en una zona con predominio indígena de más del 90% ó
95%. Esta serie de empresas agrícola-industriales generaron ingresos
millonarios para la Iglesia hasta su expropiación por el gobierno de Morazán en
1829.
Las imágenes y la
memoria del mestizaje
. Resulta
instructivo, entonces, considerar cómo han sido presentadas, memorializadas y
recordadas algunos de los mulatos centroamericanos, unos ilustres, otros sin
fama y por lo menos uno más mito que carne y hueso.
Nuestra
primera imagen es del citado general y presidente vitalicio de Guatemala,
Rafael Carrera Turcios. Sus enemigos lo tildaban de "El Indio" para
llamar atención a su supuesta ignorancia y a su innegable origen social
humilde. Pero ya para la tercera década de este siglo un sobrino lejano,
comentarista guatemalteco ladino de gran prestigio social, Manuel Cobos Batres,
intentó exaltarlo al investigar su árbol genealógico, exclamando:
"¡Mulatos...! ¡Esto ya representa una ganancia! Porque estos fueron los
padres de Rafael Carrera, y si ambos eran mulatos, Carrera no fue un zambo, no
fue hijo de un indio y de una negra como afirman todos los historiadores, sino
de padres por cuyas venas circulaba un tanto de sangre blanca, de españoles sin
duda." En efecto, los padres de Carrera se registraron como mulatos y el
se había casado con Petrona García Morales, hija de una familia mulata
terrateniente de Oriente.
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Los Mulatos en Nueva España
Aprovechó
los recursos e influencias de la familia de su esposa, así como el apoyo armado
de los hermanos Mejía, líderes del primer foco oriental de rebelión en Santa
Rosa de Mita, para lograr el liderazgo del movimiento antiliberal de Oriente.
Pero, ¿será creíble pensar que este retrato refleja bien el rostro del
Presidente? ¿Pensar que por más de un siglo en Guatemala se desconociese su
origen mulato? ¿En un país donde el acerbo crítico y líder político liberal de
la revolución de 1871, hijo de inmigrante español y madre criolla, Manuel
García Granados, había condenado a la élite criolla como "personas por lo
común ignorantes pero con humos de nobleza, bien que, en algunas, la raza
africana asomase la punta de la oreja"?
El general Rafael
Carrera Turcios, presidente de Guatemala, era descendiente de mulatos.
Para los
que prefieren considerar a este retrato oficial como fiel a su modelo,
aceptamos que para la época del nacimiento y matrimonio de Carrera todavía
muchos empleaban el término mulato como sinónimo de ladino o mestizo sin
mayores distinciones. Además, en la biografía más reciente y exhaustiva del
General, Ralph Lee Woodward reconoce que la ascendencia española de Carrera se
había mezclado con mestizos y mulatos hasta ser minoritaria probablemente, pero
insiste en que el aspecto "indígena" sobresalía en sus facciones, al
igual que con su esposa con su "fino perfil maya". Pero para los
oficiales y curas de entonces eran mulatos ellos, así como sus padres, una
realidad que, curiosamente, no se asoma ni la punta de la oreja en esta
representación. En Guatemala, como en el resto de Centroamérica, ser ladino o
mestizo implicaba tener "sangre blanca, de españoles sin duda". Muy
pocos compartían con Cobos Batres este juicio sobre la comparabilidad y la
supuesta "ganancia" de ser mulato, realidad que en los retratos
oficiales se niega una y otra vez.
En
Guatemala, como en el resto de Centroamérica, ser ladino o mestizo implicaba
tener "sangre blanca, de españoles sin duda". Muy pocos compartían
con Cobos Batres este juicio sobre la comparabilidad y la supuesta
"ganancia" de ser mulato, realidad que en los retratos oficiales se
niega una y otra vez.
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Los Mulatos en Nueva España
Nuestro
segundo "mulato ilustre" es quizás igualmente desconocido para esta
generación de costarricenses. Mas se trata de una figura importante en la Costa
Rica de mediados del siglo pasado, don Vicente Aguilar Cubero. Aguilar fue rico
comerciante cafetalero, socio y luego enemigo comercial del entonces presidente
Juan Rafael Mora Porras, en cuya administración figuró como vicepresidente
alguna vez. De todas nuestras imágenes, esta es la más borrosa, así como la más
fantasiosa. Borrosa porque es apenas una copia del retrato de él que aparece en
el libro de don Carlos Meléndez sobre José María Montealegre, y fantasiosa
porque, como Mauricio Meléndez ha revelado recientemente, don Vicente Aguilar
Cubero descendía
de una amplia línea de mulatos cartagineses, cosa difícil de imaginar aquí,
verdad?
Vicente Aguilar
Cubero, consignado como mulato en su partida de nacimiento (1808), fue un
rico hombre y vicepresidente de Costa Rica.
Al nacer
en Cartago, en 1808, Aguilar fue bautizado como mulato, debido a que su madre,
Joaquina Cubero Escalante, así se consideraba, al igual que su abuela, Antonia
Francisca Escalante y Paniagua. Pero la abuela no solo fue mulata, sino también
había sido esclava, igual que su propia madre mulata y su abuela negra. Si a
principios de este siglo los arquitectos de la leyenda blanca de Costa Rica
intentaron borrar todo aspecto mulato de don Vicente con este tipo de retrato,
quizás como una especie de "favor" bien intencionado según ellos,
para otros significa no solo despreciar a sus antepasados maternos sino subestimar
los motivos, más allá de los nacionalistas siempre conmemorados, que puede
haber tenido para oponerse decididamente a la intervención esclavista de Walker
en la vecina Nicaragua. Y es a otro héroe de la llamada Campaña Nacional contra
Walker que podemos volver nuestra mirada para comprender aún mejor la política
de colores en las imágenes públicas y sus prejuicios antimulatos en
Centroamérica.
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Los Mulatos en Nueva España
Idolos y
símbolos nacionales abundan y no solo entre los costarricenses o los
guatemaltecos. Todos los centroamericanos han tejido imágenes alrededor del
cuerpo o del retrato de algún ilustre. Irónicamente, nuestro siguiente ilustre asistió
a la develación de la estatua de Juan Santamaría en Alajuela en 1891, pero aún
mayores aplausos le ofrecerían a este como el Príncipe de las Letras. En
Nicaragua el referente obligatorio para toda disputa política nacionalista ha
sido Augusto César Sandino, pero cuando se trata de controversias sobre la
unión del nacionalismo con la cultura no tiene rival Rubén Darío (Félix Rubén
García Sarmiento).
Félix Rubén
García Sarmiento, conocido en todo el mundo como Rubén Darío.
Poeta sin
igual no solo en Nicaragua sino en Centroamérica, aquí vemos su retrato oficial
comisionado por la Organización de Estados Americanos: hombre maduro, señorial,
y algo más euroamericano que el nicaragüense o centroamericano promedio se
podría decir; ciertamente no pareciera ser aquel joven que admitía haber
sufrido en carne propia en Chile la discriminación por el color de su piel.
Pero
aquí lo vemos más joven en una fotografía. Ya no deben de ser tan difíciles de
aceptar, pese a su recepción un tanto frígida en tierra tropical nicaragüense,
los datos ofrecidos otra vez por la labor genealógica de Mauricio Meléndez,
presentado en la actividad antes citada sobre "La Ruta del Esclavo".
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Los Mulatos en Nueva España
Estos
comprueban la ascendencia mulata de don Rubén por ambos lados de la familia.
Pensando en la controversia sobre el apodo de Santamaría, y como dirían mis
alumnas dominicanas de todos colores, en el retrato oficial aunque escaso su
pelo era "bueno", mientras que en la fotografía por abundante no
dejaba de ser "malo". Mi propia reacción al comparar a las dos
imágenes por primera vez fue exclamar a un colega puertorriqueño igualmente
fascinado por el contraste: "se parece igual a mis estudiantes nocturnos
en la UNA"
Rubén Darío, El
Príncipe de las Letras.
Otra vez
vemos cómo acierta el juicio de Cáceres: para poder identificar con el Príncipe
de las Letras es preciso que el observador/lector/estudiante pueda imaginarse
como él. Al convertirlo en símbolo no solo de las hazañas culturales
nicaragüenses y centroamericanas sino de su blanqueamiento también, toda una
serie de vías de acceso y de emulación futuros tienden a estrecharse cuando no
cerrarse por completo. Y para qué, si es que ni Carrera, ni Aguilar, ni Darío
debían de haber tenido pelo bueno o tan escasa pigmentación. Solo con el mítico
y disputado Juan Santamaría podríamos comprender la libre invención del héroe
al gusto tan ciego al aporte africano. Aún en este caso lo primero por
desaparecer es cualquier referencia al pelo erizo y a la posibilidad de
facciones indecorosamente mulatas.
“No son ellos, somos
nosotros”
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Los Mulatos en Nueva España
Conclusión
No es cuestión de resucitar a los bellos idealismos de
Martí o de Rodó, ni en honor al centenario de los hechos que provocaron sus
llamados a la juventud latinoamericana. Pero negando la parte africana del
árbol genealógico centroamericano es doblemente inútil por cuanto simplifica y
falsifica la memoria del mestizaje por dentro sin responder tampoco a los
desafíos de afuera. Ni los colonialistas españoles, ni los filibusteros, ni
todos aquellos que siguieron los caminos abiertos por Minor Keith hasta
nuestros días han dudado en juzgar negativamente a los centroamericanos por
precisamente lo que muchos niegan ser, descendientes de mulatos y negros. Ni el
reclamo de Vasconcelos, de que Latinoamérica representa la raza cósmica, se oye
con claridad fuera de los ya convencidos. Nada más inútil, entonces, que seguir
negando la africanidad centroamericana frente al racismo de "una sola
gota", que ha reconocido y aceptado al mestizaje rara vez y nunca cuando
de lo africano se trata.
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