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El Valencia estaba el Cid y con él los suyos son, y con él sus ambos yernos, los infantes de Carrión. Acostado en un escaño dormía el Campeador. Sabed la mala sorpresa que a todos acontecio: escapóse de su jaula, desatándose, un león. Al saberlo, por la corte un grande miedo cundió. Embrazan sus mantos las gentes del Campeador y rodean el escaño donde duerme su señor. Pero Fernando González, un infante de Carrión, no encontró donde esconderse, ni sala ni torre halló; metiéndose bajo el escaño, tanto era su pavor. El otro, Diego González, por la puerta se salió gritando con grandes voces: "volveré a ver Carrión" Tras la viga de un lagar metiéndose con gran pavor, de donde manto y brial todo sucio lo sacó.

Hicieron sus casamientos doña Elvira y doña Sol; si los de antes buenos fueron, éstos aún lo son mejor; con mayor honra la casa que otro tiempo las casó. Ved cómo aumenta la honra del que en buena hora nació, al ser señoras sus hijas de Navarra y de Aragón. ahora los reyes de España todos sus parientes son, que a todos alcanza honra por el que en buena nació.

Después de celebrado el matrimonio, los infantes dan muestra de su cobardía en diversos episodios. Con el permiso de su suegro, regresan a Carrión con sus esposas y, en el camino en un robledal, las azotan villanamente y las dejan abandonadas. Cuando el Cid se entera de esta afrenta, pide justicia ante as cortes de Toledo. El rey manda a los infantes que restituyan al Cid su espada y bienes, y que la afrenta se resuelva en un enfrentamiento. Se celebra un torneo: los infantes quedan vencidos y proclamados traidores. Las hijas del Cid son pedidas en matrimonio por los futuros reyes de Aragón y Navarra.

Rodrigo Díaz de Vivar, llamado el Cid Campeador, es desterrado por el rey de Castilla, Alfonso VI, debido a las intrigas de sus cortesanos. Al salir de Vivar, Don Rodrigo, desde lejos, contemplo con tristeza sus palacios. Se dirigió a burgos, donde nadie le da posada por mandato del Rey. Antes de salir de tierra castellana, deja a su mujer Doña Ximena y a sus hijas, Doña Elvira y Doña Sol en el monasterio de San Pedro de Cardeña. Se despide de ellas. El Cid entre en tierras de moros, conquista territorios de Alcarria y Aragón, vence al conde de Barcelona y, tras rudas batallas contra los moros, se reconcilia con Alfonso VI, a quien le pide autorización para que su mujer y sus hijas se reúnan con él.

El Cid, en su camino a Valencia, conquista Jérica, Onda, Almenar y Murviedro que estaba en poder de los moros. El Cid manda presentes al rey. El rey autoriza que Doña Ximena, Doña Elvira y Doña Sol vayan al lado del Campeador. Por deseo del monarca, las hijas del Cid se casan en Valencia con los infantes de Carrión, representantes de la orgullosa nobleza del reino de León, que sólo aspiran a las riquezas que el Cid ha conquistado. Aunque en el fondo se sienten deshonrados por emparentar con una familia de señorío limitado.

La afrenta de Corpes

El destierro

Suéltese el León del Cid, miedo de los infantes de Carrión

Segundo matrimonio de las hijas del Cid

La última batalla del Cid

Las bodas