Al aumentar la temperatura de los océanos, el hielo de los polos se derrite y aumenta el nivel del mar, lo que puede amenazar a especies animales, vegetales y poner en peligro las localidades costeras.
Las temperaturas más elevadas suponen que las lluvias sean menos frecuentes pero tengan más intensidad, por lo que pueden provocar inundaciones.
La elevación de la temperatura puede suponer cambios en las estaciones del año (lluvias torrenciales, huracanes) y en su duración, y que esos cambios afecten a los diversos ecosistemas de la Tierra.
La temperatura más alta supone que determinadas enfermedades como la malaria o el dengue se difundan con mayor facilidad.
Muchas plantas y animales no se adaptan a cambios de temperatura tan drásticos como los que se producen. Esto afecta enormemente a especies como los osos polares, por ejemplo.