"Javier está sentado en una silla de ruedas en su habitación, cerca de la ventana. Mira el jardín que hay fuera. Su cara está seria. Parece nervioso, porque se frota mucho las manos."
"Cuando sonó el despertador, a las ocho y media de la mañana, Eva intentó darle un golpe con la mano para apagarlo, pero en lugar de conseguir el efecto que perseguía, de repente, oyó el estruendo de la botella de agua al hacerse añicos contra el suelo. Fue entonces cuando se dio cuenta de que no estaba en la cama..."
"...Sylvie no ha podido olvidarse de Otto. Ha sido un buen amigo y ella siempre se acuerda de los amigos. Además, ahora sabe que siente algo muy especial por ese chico. El tren está tranquilo. Muchos duermen. Otros escuchan música o leen. Un tren es también un buen lugar para pensar."
—Amiga rana, ¿puedes ayudarme a cruzar el río? Puedes llevarme a tu espalda… —¿Que te lleve a mi espalda? —contestó la rana—. ¡Ni pensarlo! ¡Te conozco! Si te llevo a mi espalda, sacarás tu aguijón, me picarás y me matarás. Lo siento, pero no puede ser.
—Buenos días. Tú también eres nuevo, ¿no es así? —pregunta Carmen un poco enfadada. —Sí, siento llegar tarde ——explica el chico con la cabeza. No conozco bien esta parte de la ciudad y me he perdido... Me llamo Otto, en español «Otilio», y soy alemán. —Otto... ¡Ah, sí! Aquí tengo tu nombre.
"Inmediatamente le presenté a Marisa y nos sentamos a tomar una caña en la terraza de una cafetería. Él, mucho más listo que yo, enseguida se dio cuenta de que dejar escapar a esa chica era de idiotas, así que empezó a comportarse como él sabía hacerlo en circunstancias especiales."
"La hoguera es gigantesca y lleva toda la tarde ardiendo en la explanada de la ermita. La Guardia Civil cuida de que nadie tire al fuego ningún objeto metálico. La gente bebe vino y se acurruca cerca de las llamas para protegerse del frío."
"Carmen y Sylvie ya están en el tren. Hay mucha gente dentro y casi no pueden andar. Por fin llegan a sus sitios."
"Y ando como he visto hacer a los hombres del pueblo, con el paso firme, pisando fuerte y sin detenerme. Un impulso me empuja y casi sin darme cuenta estoy como una sonámbula al otro lado de la hoguera. No siento nada. Estoy como hechizada."
Colgué el teléfono y me senté. Sí, tenía que calmarme y ordenar mis ideas. Estaba demasiado emocionado, me sentía casi como un adolescente. Miré de nuevo el reloj; aún me quedaban tres horas, tres horas para recibirla con naturalidad, con la misma espontaneidad de entonces; sin embargo, ya no éramos tan jóvenes.