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Una noche volvieron a la selva y mientras la familia dormía plantaron en la puerta de la choza unas semillas celestes, luego subieron nuevamente al cielo. Desde ahí YACÍ iluminó fuertemente el lugar y ARAÍ dejó caer una suave lluvia.

De pronto de entre la espesura de los árboles apareció un YAGUARETÉ dispuesto a atacarlas. YACÍ Y ARAÍ quedaron inmóviles frente al feroz animal.

Un día YACÍ la luna, quiso conocer de cerca la tierra. Le pidió a su amiga ARAÍ, la nube rosada del atardecer que la acompañara y juntas convertidas en dos hermosas muchachas bajaron y comenzaron su paseo por la selva.

El cazador siguió las instrucciones, tostó las hojas y las molió, las colocó dentro de una calabaza, vertió agua caliente y con una pequeña y fina caña bebió. Después pasó el recipiente a su mujer, para que probara … y a su hija… una y otra vez la calabaza pasó de mano en mano…. Había nacido el mate.

Esta nueva planta es la yerba mate y desde ahora será para todos los hombres de esta región, símbolo de amistad y alimento para beber. Luego YACÍ le enseñó al anciano cómo debían tostar y moler las hojas del árbol para preparar la bebida y sonriendo volvió al cielo.

El viejo cazador invitó a YACÍ Y ARAÍ a su pobre choza. Al llegar fueron recibidos por su mujer y su hermosa hija. La familia ofreció a las dos muchachas lo único que les quedaba para comer: unos panes de maíz y luego las invitaron a descansar.