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Él era un clérigo de cerbatana, largo solo en el talle, una cabeza pequeña, pelo bermejo (no hay más que decir para quien sabe el refrán), los ojos avecindados en el cogote, que parecía que miraba por cuevanos, tan hundidos y oscuros, que era buen sitio el suyo para tiendas de mercaderes; la nariz, entre Roma y Francia, porque se le había comido de unas búas de resfriado, que aun no fueron de vicio porque cuestan dinero; las barbas descoloridas de miedo de la boca vecina, que, de pura hambre, parecía que amenazaba a comérselas; los dientes, le faltaban no sé cuántos, y pienso que por holgazanes y vagamundos se los habían desterrado; el gaznate largo como de avestruz, con una nuez tan salida, que parecía se iba a buscar de comer forzada de la necesidad; los brazos secos, las manos como un manojo de sarmientos cada una. 

Es muy divertida y alegre, siempre que estás con ella tiene una sonrisa de oreja a oreja en la cara. Es muy trabajadora y ordenada, ya que desde pequeñita ha estado ayudando siempre a su madre, con las tareas de la casa. De joven solo pudo estudiar hasta octavo, y pese a eso siempre que le pides ayuda para hacer un ejercicio de cualquier asignatura, ella hace un esfuerzo por comprenderlo y al final logra resolverlo.

Juan mi sobrino, es muy agraciado, a pesar de sus veintidós años tiene mucha madurez, siempre razona sobre los problemas, es alegre y muy inteligente. Tiene una voz exuberante y atractiva.

María me ocultaba sus ojos; pero pude admirar en ellos la brillantez y hermosura de los de las mujeres de su raza; sus labios rojos y húmedos me mostraron sólo un instante el arco simétrico de su linda dentadura. Llevaba, como mis hermanas, la abundante cabellera castaño oscura arreglada en una trenza.

El despacho de Cortabanyes estaba en una planta baja en la calle de Caspe. Constaba de un recibidor, una sala, un gabinete, un trastero y un lavabo. Las de la casa las había cedido Cortabanyes al vecino,mediante una indemnización. Lo reducido del local le ahorrará gastos de limpieza y mobiliario. En elrecibidor había unas sillas de terciopelo granate y una mesilla negra con revistas polvorientas. La sala estaba rodeada por una biblioteca sólo interrumpida por tres puertas, una cristalera de vidrio emplomado que daba al hueco de la escalera y una ventana de una sola hoja cubierta por una cortina del mismo terciopelo que las sillas y que daba a la calle.

“Que por mayo era, por mayo /cuando hace la calor /cuando los trigos encañan /y están los campos en flor /cuando canta la calandria /y responde el ruiseñor cuando los enamorados / van a servir al amor /sino yo, triste, cuitado /que vivo en esta prisión /que ni sé cuándo es de día /ni cuándo las noches son /sino por una avecilla /que me cantaba el albor…”