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"Todos dejaron escapar algo que era una mezcla de suspiro y sollozo, y pasearon la vista sobre la muralla verde que los circundaba. —Y el Señor dijo en verdad: ¿Acaso no os he dado pruebas de benevolencia? Pero este hombre ha incurrido en blasfemia dentro de mí, y yo mismo he completado su sacrificio. Como los del Hombre Azul y el falso pastor que huyeron hace muchos años. —El Hombre Azul... el falso pastor —susurraron todos, e intercambiaron miradas inquietas".

"Él se volvió bruscamente para mirar a Vicky y lo que sostenía en la mano. Vicky contemplaba absorta el objeto. Sus manos lo habían palpado, al hurgar el fondo de la maleta, y lo habían extraído mientras hablaba. Burt detuvo el coche para inspeccionarlo mejor. Ella se lo entregó en silencio. Era un crucifijo confeccionado con vainas de maíz retorcidas, en otra época verdes y ahora secas. Una mazorca de maíz enano estaba atado a ellas con barbas de maíz entretejidas. La mayoría de los granos habían sido cuidadosamente extirpados, probablemente de uno en uno, con un cortaplumas. Los granos restantes formaban una tosca figura cruciforme en un altorrelieve amarillento. Ojos de granos de maíz, con sendos cortes transversales que sugerían las pupilas. Brazos estirados de granos de maíz, las piernas juntas, terminando en un grosero simulacro de pies desnudos. Arriba, cuatro letras también talladas en el zuro blanco como un hueso: I.N.R.I. —Es una fantástica obra de artesanía —comentó él".

"Pasaban frente a un cartel que decía: GATLIN 7 KM. CONDUZCA CON CUIDADO. PROTEJA A NUESTROS NIÑOS. El cartel había sido colocado por el Rotary. Estaba agujereado por proyectiles calibre 22".

"—¡Es un chancho de casa! —gritó aquél riéndose. Yo también me reí. Pero Vivas sacó rápidamente el revólver, y cuando el animal pasó delante de él, lo mató de un tiro".

"De vuelta a la estancia fui al encuentro de Gabino, el peón aludido. Le hice el cuento y se rió. Comentamos con mil bromas el cargo que pesaba sobre él. Me pareció bastante más inteligente que sus compañeros. Desde entonces éstos desconfiaron de mi inocente temeridad".

"Una noche en que no teníamos sueño, salimos afuera y nos sentamos. El triste silencio del campo plateado por la luna se hizo al fin tan cargante que dejamos de hablar, mirando vagamente a todos lados".