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El racismo hace tiempo que gana la guerra cultural a la solidaridad.

Es un escrito serio que es redactado por periodistas de cierto prestigio en un área o áreas especializadas, como la educación, la política, la economía, religión, etc.

El brote ha llegado a dos decenas de países, se han construido hospitales enormes en China para aislar pacientes y hay ciudades enteras, con millones de residentes, en cuarentena.

La lucha contra las epidemias exige sistemas de salud públicos fuertes y una acción internacional menos hipnotizada por los miedos atávicos y más guiadas por la colaboración política y la razón científica.

Pero esta emergencia sanitaria ha revelado un aspecto aún más tóxico que se manifiesta y propaga con cualquier tipo de tragedia: el racismo, la convicción de que todo lo que no sea blanco y occidental origina los males del planeta.

El Coronavirus y otras amenazas sanitarias pueden derrotarse, pero la solidaridad, tan poco de moda, debe enfrentarse a un virus más insidioso: la mezcla de miedo y racismo.