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Si a mediados de los ochenta este cine tenía la forma de los filmes de John Hughes (Sixteen Candles, The Breakfast Club, Ferris Bueller’s Day Off), con sus cándidas historias de amor e inofensiva rebeldía; en la transición del milenio fue la menos romántica y más picante (con alguna dosis de mal gusto y humor pueril) saga de American Pie. Ahora estamos en una generación definida por la literatura para jóvenes adultos, en la que hay un importante viraje donde, sin dejar de lado el componente romántico, entra a jugar un papel importante la violencia, esto por vía de la necesidad de supervivencia en una sociedad hostil producto de una realidad distópica. Si bien Los juegos del hambre es la saga (tanto libros como películas vienen en varias entregas) más exitosa, también hay otras como Laberinto, El juego de Ender, La huésped, Crepúsculo y Divergente. A esta última pertenece Insurgente, que es la segunda entrega de la trilogía escrita por Veronica Roth y de la que aún falta por llegar Leal. Aquí una sociedad es creada desde cero y ha sido agrupada en facciones para preservar la paz. Todas estas cintas tienen los mismos componentes: su protagonista es un “elegido”, hay una historia de amor 12 (con un ideal triángulo amoroso), acción y aventura, está ubicada en un futuro definido por la ciencia ficción y/o la distopía, y todo determinado por un contexto hostil que pone a prueba varios asuntos: la permanencia de un régimen, la valentía, los valores y la autodeterminación de los protagonistas

Insurgente y el cine para jóvenes adultos

Como se puede apreciar, todo este es un material muy llamativo para la generación actual de jóvenes. Pero lo que habría que preguntarse es si esta tendencia de violentas distopías, en las que jóvenes luchan por su supervivencia, están en boga porque permite esta variopinta conjunción de atractivos aspectos, o porque vivimos en tiempos más desesperanzadores y pesimistas que crean un ambiente propicio para la aceptación de estas historias. Sea cual sea la razón, lo cierto es que, como en todo el cine y el arte en general, siempre hay productos de buena y mala calidad, donde se encuentra tanto la aplicación de fórmulas que se repiten hasta el cansancio y levitan en lo superfluo, como relatos con fondo en su construcción y peso en sus ideas que se destacan entre las demás. En cuanto a Insurgente, se puede ubicar sin problemas en un insípido punto medio (Osorio, 2015).

Teniendo en cuenta que el público que más va a cine es el comprendido entre los 14 y los 26 años, es apenas natural que la industria concentre buena parte de sus esfuerzos en capitalizar este grueso de espectadores. De manera que el cine juvenil ha sido una constante tendencia en el cine comercial y cada generación ha tenido su propio tipo de cine, definido por esa interdependencia entre lo que quiere el público y lo que la industria le ofrece, así como por otros factores socio-culturales del momento.

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