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Identifique el texto. La batalla perdida de Boyacá Luego de terminada la Federación de Algodoneros, sólo un fallo del Tribunal de Cesar obligó a los ministerios de Ambiente y Salud a resolver el problema. Entre tanto, la multinacional suiza Holcim compró la planta de Cementos Boyacá en Nobsa y le hizo los ajustes necesarios para que en sus hornos también se pudieran incinerar algunos de estos tóxicos. Fue tal el impulso que le metieron al tema, que junto con el Ministerio del Medio Ambiente lograron en tres años expedir tres resoluciones sobre los requisitos para eliminar tierras y plásticos contaminados con plaguicidas. El siguiente paso era hacer una prueba piloto incinerando 17 toneladas de los tóxicos de El Copey, mientras se trasladaban las 153 toneladas restantes de tóxicos a una bodega de Tunja . Pero algo falló. El Ministerio no les informó claramente a los boyacenses lo que se estaba haciendo y algunos políticos pescaron en río revuelto. Ahí fue Troya. Las denuncias de la gente hicieron que el Tribunal de Boyacá ordenara parar la prueba piloto mientras se estudiaba el asunto. Algo que en los estrados judiciales puede tardar años en aclararse. Por eso, la ministra del Medio Ambiente Sandra Suárez dice que quedó en un emparedado de fallos judiciales. El del Tribunal de Valledupar que le ordenaba sacar los plaguicidas de el Copey y el de Boyacá que no la dejaba llevarlos allí. Según Suárez, la solución de lo de El Copey no le va a costar un peso al país, pues se van a utilizar recursos donados por el gobierno holandés. "Para nada se ha descartado la tecnología que hay en el país. Resuelto lo de El Copey vamos a continuar con las pruebas en Nobsa", dice. Y esta es la nuez del asunto. Hay voces calificadas en el tema de plaguicidas que han expuesto sus argumentos en contra de utilizar los hornos de Boyacá para incinerar ciertos tóxicos. Sin embargo, expertos del Minambiente, de la agencia de cooperación alemana GTZ que asesoró el proceso de destrucción de los químicos de El Copey y de la empresa Holcim aseguran que muchos de estos tóxicos se queman hoy en hornos similares al de Nobsa en países desarrollados donde el control ambiental es muy riguroso. Una opción entonces es hacer una prueba piloto en el horno de Holcim-con los controles que se deben tener en este tipo de trabajos- y dejar que sean los resultados técnicos los que definan la solución. Si la prueba sale bien, Colombia tendría por fin una solución menos costosa y más viable para resolver el problema de estos tóxicos que hoy hacen tanto daño. Mientras este debate se destraba, el gobierno tiene casi listo un decreto en el que delega la responsabilidad de la limpieza ambiental de estos químicos a productores, importadores o incluso a los dueños de los predios donde hoy estén enterrados o almacenados. En él también estipula que las corporaciones autónomas regionales vigilen que cumplan la norma, algo que no han hecho hasta ahora. Esto deja, en la práctica, a las víctimas sin sin solución pronta a la vista, pues sólo definir quién debe eliminar los tóxicos será un nuevo debate. Mientras tanto, a Leonidas y a los desplazados de Codazzi, a los obreros de Turbaco, a los vecinos de Santa Fé de Antioquia y a muchos sólo les queda rezar para que los tóxicos con los que conviven no los estén matando.