Entre pócimas y ungüentos, y algún que otro maleficio, ser la mala de los cuentos ha sido siempre su oficio.
La sabana de algodón le llega por el tobillo y va el espectro guasón aullando por el castillo.
Es un medio de transporte, no es coche, barco ni avión lleva a las brujas al norte y les barre la mansión
Sufre gran indigestión cuando come, ¡vaya antojo!, abuelas en camisón y niñas con gorro rojo.
Pasea en una bandeja este objeto de cristal, buscando buena pareja para una boda real.
Tan chico, requetechico, que se tumba en una col pues mide pulgar y pico a tomar un rato el sol.
Nunca bebe limonada, sino una bebida roja, la luz no le gusta mucho y el ajo le da congoja.
Está hasta la coronilla de preparar huevos fritos escalfados o en tortilla a siete enanos bajitos.
Esta anciana tiene gracia, cuando hay en Egipto boda con vendas de la farmacia se hace un vestido a la moda.
Tan verde, grande y viscoso, es guardián de una princesa, nada dentro del foso que lleva tres años presa.
No es un palito corriente y trasforma en un meneo, a un príncipe muy valiente en sapo requetefeo