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Simón vio unos cardos cargando ciruelas y dijo: - “¡Qué bueno! las voy a coger”. Pero peor que agujas y puntas de espuelas le hicieron brincar y silbar y morder.

Se montó en un burro que halló en el mercado y a cazar venados alegre partió, voló por las calles sin ver un venado, rodó por las piedras y el asno se huyó.

Y cayó montado sobre la ternera y doña ternera se enojó también, y ahí va otro brinco y otra pateadera y dos revolcadas en un santiamén.

Ordeñando un día la vaca pintada le apretó la cola en vez del pezón; y ¡aquí de la vaca! le dio tal patada que como un trompito bailó don Simón.

Se lavó con negro de embolar zapatos porque su mamita no le dió jabón. Y cuando cazaban ratones los gatos espantaba al gato gritando ¡ratón!

A Simón Bobito le gusta el pescado y quiere volverse también pescador, y pasa las horas sentado, sentado, pescando en el balde de mamá Leonor.

Empezando apenas a cuajarse el hielo Simón el Bobito se fue a patinar, cuando de repente se le rompe el suelo y grita: “¡Me ahogo! ¡vénganme a sacar!”

Simón el Bobito llamó al pastelero: “¡A ver los pasteles! ¡los quiero probar!” — “Sí, repuso el otro, pero antes yo quiero ver ese cuartillo conque has de pagar”. Buscó en los bolsillos el buen Simoncito y dijo: “¡De veras! no tengo ni unito”.