Érase una vez, en un país muy lejano vivía un muchacho que se llamaba Aladino.
Muy sorprendido, Aladino pidió su primer deseo. Salir de la cueva donde estaban encerrados.
Al ser muy pobre, aceptó. Al llegar a la cueva vio como estaba llena de tesoros. Se encontró una lámpara y al frotar, salió un genio, tras una nube de humo. El genio le concedió tres deseos.
Aladino comprendió que la libertad, el oro y la amistad eran mas grande que un tesoro. Y pidió el último deseo: - Genio, te libero de tu maldición, ¡Deseo que seas libre, amigo!
Mientras tanto, el anciano robó la lámpara en casa de Aladino para pedir los deseos y casarse con la princesa. El anciano pidió ser el genio de todos los genios y quedó atrapado en un lámpara.
Aladino, vestido con finos ropajes de príncipe apareció con un gran cortejo delante de las puertas del sultán para pedir la mano de su hija.
Entonces todos los hechizos mágicos se deshicieron y la hija del sultán pudo ver como era realmente Aladino. Era el hombre más rico del mundo ya que poseía un gran corazón.
Fue entonces cuando Aladino recordó su mayor deseo: -Quiero ser un príncipe para casarme con la bella hija del sultán.
Era un muchacho muy pobre y se ganaba la vida en las calles del pueblo. Un día, un anciano, le ofreció al chico una moneda de plata. A cambio, debía traerle una lámpara que estaba oculta en una cueva del desierto.