Además de advertirnos de peligros como el humo y los gases tóxicos o venenosos, contribuye con el gusto, estimulando el apetito y las secreciones digestivas.
Consiste en registrar el sabor e identificar determinadas sustancias solubles en la saliva por medio de algunas de sus cualidades químicas.
Es el encargado de la percepción de los estímulos que incluyen el contacto y presión, los de temperatura y los de dolor.
Es responsable de generar las percepciones auditivas. También es esencial para el equilibrio u orientación espacial.
Como una ventana al mundo, recoge las imágenes que nos mantienen en contacto con la realidad.