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Para acercarnos a las posibles causas de la violencia que padecen las mujeres en las relaciones de pareja o expareja, y diferenciarla de otra tipología de violencia interpersonal, es necesario ir a la raíz de la conducta humana, es decir, toda conducta tiene dos componentes: el instrumental y el emocional, el primero se pregunta por qué y para qué de dicha conducta, qué se pretende conseguir con ella y qué nos mueve a realizarla.

La violencia de género y la violencia contra las mujeres son sinónimos, y que esta tipología de la violencia no se circunscribe a un lugar determinado donde se produce o pueda producirse el elenco de conductas violentas descritas en ella, sino que va dirigida hacia las mujeres, por el simple hecho de ser mujeres, esta es precisamente la especificidad de este tipo de violencia.

Esta inadecuación conceptual, a veces interesada, entre violencia de género y violencia doméstica, contribuye a perpetuar la probada resistencia social a reconocer que el maltrato a las mujeres, no es circunstancial ni neutra, sino instrumental y útil en aras a mantener un determinado orden de valores estructuralmente discriminatorio para las mujeres

En cuanto a las posibles causas del maltrato padecido por las mujeres en las relaciones con parejas o exparejas, se debe hacer diferenciación de otros tipos de violencia interpersonal, es decir trasladarse al punto de partida de la conducta del ser humano, ya que toda conducta tiene 2 componentes: el componente instrumental y el componente emocional (por qué y para qué) que se pretende conseguir y cuál es el motivo para realizarlo.

Esta teoría nos habla acerca de la similitud existente entre la violencia de género y la violencia dirigida solo hacia la mujer, solo por el hecho de serlo, la cual lleva consigo un conjunto de conductas que pueden producirse en cualquier lugar.

Este concepto nos permite identificar la diferencia existente en cuanto al concepto de violencia de género y violencia doméstica, ya que esto contribuye a la notable resistencia social hacia el reconocimiento del maltrato hacia la mujer como regla para establecer un orden de valor estructural, permitiendo la discriminación a la mujer en todos los ámbitos.