Crear actividad
Jugar Relacionar Columnas

Un hombre tenía un caballo y un asno. Un día que ambos iban camino a la ciudad, el asno, sintiéndose cansado, le dijo al caballo: - Toma una parte de mi carga si te interesa mi vida. El caballo haciéndose el sordo no dijo nada al asno. Horas más tarde, el asno cayó víctima de la fatiga, y murió allí mismo. Entonces el dueño echó toda la carga encima del caballo, incluso la piel del asno. Y el caballo, suspirando dijo: - ¡Qué mala suerte tengo! ¡Por no haber querido cargar con un ligero fardo ahora tengo que cargar con todo, y hasta con la piel del asno encima!

En el mundo de los animales vivía una liebre muy orgullosa y vanidosa, que no cesaba de pregonar que ella era la más veloz y se burlaba de ello ante la lentitud de la tortuga. - ¡Eh, tortuga, no corras tanto que nunca vas a llegar a tu meta! Decía la liebre riéndose de la tortuga. Un día, a la tortuga se le ocurrió hacerle una inusual apuesta a la liebre: - Estoy segura de poder ganarte una carrera. - ¿A mí? Preguntó asombrada la liebre. - Sí, sí, a ti, dijo la tortuga. Pongamos nuestras apuestas y veamos quién gana la carrera. La liebre, muy ingreída, aceptó la apuesta. Así que todos los animales se reunieron para presenciar la carrera. El búho señaló los puntos de partida y de llegada, y sin más preámbulos comenzó la carrera en medio de la incredulidad de los asistentes. Astuta y muy confiada en si misma, la liebre dejó coger ventaja a la tortuga y se quedó haciendo burla de ella. Luego, empezó a correr velozmente y sobrepasó a la tortuga que caminaba despacio, pero sin parar. Sólo se detuvo a mitad del camino ante un prado verde y frondoso, donde se dispuso a descansar antes de concluir la carrera. Allí se quedó dormida, mientras la tortuga siguió caminando, paso tras paso, lentamente, pero sin detenerse. Cuando la liebre se despertó, vio con pavor que la tortuga se encontraba a una corta distancia de la meta. En un sobresalto, salió corriendo con todas sus fuerzas, pero ya era muy tarde: ¡la tortuga había alcanzado la meta y ganado la carrera!

Dos gallos reñían para decidir quien mandaba en el gallinero. Al fin uno salió vencedor y, presuntuoso, se subió a una pared poniéndose a cantar tan fuerte como pudo mientras el vencido se escondía. Al verlo allí encaramado, un águila que sobrevolaba el corral lo atrapó entre sus garras. Desde entonces, el gallo perdedor quedó como el rey del gallinero.

Viajaban juntos una zorra y un mono conversando animosamente sobre la nobleza. Mientras cada uno enumeraba sus títulos, llegaron a un cementerio. El mono rompió a llorar y la zorra le preguntó que le ocuría. Mostrándole unas tumbas, el mono respondió: - ¡Cómo no sollozar cuando las lápidas de los esclavos de mis antepasados! - ¡Miente todo lo que quieras -contestó la zorra-, pues ninguno se levantará para desmentirte!

En el suelo malherido, yacía un lobo que había sido mordido por los perros. Como no podía conseguir comida, pidió a una oveja que le trajera agua del río. - Si me traes agua para beber - le dijo - , yo mismo me encargaré de mi comida. - Si te traigo agua para beber - respondió la oveja -, yo misma seré tu cena.

Obligada por la sed, una hormiga bajó a un arroyo; arrastrada por la corriente, se encontró a punto de morir ahogada. Una paloma que se encontraba en una rama cercana observó la emergencia; desprendiendo del árbol una ramita, la arrojó a la corriente, montó encima a la hormiga y la salvó. La hormiga, muy agradecida, aseguró a su nueva amiga que si tenía ocasión le devolvería el favor, aunque siendo tan pequeña no sabía cómo podría serle útil a la paloma. Al poco tiempo, un cazador de pájaros se alistó para cazar a la paloma. La hormiga, que se encontraba cerca, al ver la emergencia lo picó en el talón haciéndole soltar su arma. El instante fue aprovechado por la paloma para levantar el vuelo, y así la hormiga pudo devolver el favor a su amiga.

Había tres bueyes que siempre pastaban juntos. Un león que merodeaba por el lugar quería devorarlos, pero sabía que contra los tres no podía luchar. Utilizando su astucia, los incitó para que se pelearan entre ellos. Al no estar ya unidos, los pudo devorar tranquilamente uno a uno.

Tenía un astrónomo la costumbre de pasear todas las noches estudiando los astros. Un día que vagaba por las afueras de la ciudad, absorto en la contemplación del cielo, cayó inopinadamente en un pozo. Estando lamentándose y dando voces, acertó a pasar un hombre, que oyendo sus lamentos se le acercó para saber su motivo; enterado de lo sucedido, dijo: -¡Amigo mío! ¿quieres ver lo que hay en el cielo y no ves lo que hay en la tierra?

No permitas que te separen de tus seres más queridos; si lo consiguen, podrán dañarte más facilmente.

Si haces alarde de tus éxitos, puede aparecer quien te los arrebate.

No te fíes nunca de los malvados, aunque parezcan tener buenas intenciones.

Cada vez que no tiendes tu mano para ayudar a tu prójimo que honestamente te lo pide, sin que lo notes en ese momento, en realidad te estás perjudicando a ti mismo.

No hay que burlarse jamás de los demás y que el exceso de confianza puede ser un obstáculo para alcanzar nuestros objetivos.

Valorar el respeto, la gratitud y la reciprocidad en los favores recibidos.

Los vanidosos siempre se alaban cuando no hay nadie que pueda descubrirlos.

Está bien mirar y conocer a nuestro alrededor, pero antes hay que saber donde se está.