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Entonces se le ocurrió una idea y corrió al pueblo dejando al rebaño solo. -¡Socorro! ¡Los lobos están atacando mi rebaño! -gritó.

Los habitantes del pueblo, al oír los gritos del pastor, se reunieron a su alrededor armados con hoces, azadas y palas. -¿Dónde están los lobos? ¿Te han herido? -preguntaron los aldeanos. El pastor les contó la verdad con una sonrisa: -Me aburría tanto que me lo he inventado todo. Ha sido divertido ver vuestra reacción. Los aldeanos muy enfadados, regresaron a su trabajo.

Un día, un pastor que cuidaba su rebaño en los prados pensó: -¡Qué aburrimiento! Estoy cansado de vigilar el rebaño yo solo desde la mañana hasta la noche. ¡Ojalá ocurriese algo divertido!

Cuando el pastor regresó a los prados, se encontró con que los lobos estaban atacando de verdad su rebaño. Los hambrientos animales comenzaron a comerse a las ovejas una por una. El sorprendido pastor corrió hacia el pueblo tan desprisa como pudo: -¡Socorro! ¡Los lobos están atacando a mi rebaño! ¡Por favor, ayudadme! -imploró pidiendo la ayuda de los aldeanos uno por uno. Pero los aldeanos respondieron entre risas. -¡Cada vez eres mejor actor! ¡Estamos demasiado ocupados para perder el tiempo con tu actuación! -¡Oh, no! ¡Esta vez es verdad! Por favor, ayudadme a echar a los lobos -suplicó. Nadie le hizo el menor caso. Los lobos se comieron a todas las ovejas y el pastor se quedó sin nada.