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1. 
De pronto sentí un estremecimiento, no de frío, sino un extraño temblor angustioso. Apresuré el paso, inquieto por hallarme solo en ese bosque, atemorizado sin razón por el profundo silencio. De improviso, me pareció que me seguían, que alguien marchaba detrás de mí, muy cerca, muy cerca, casi pisándome los talones. “El horla” de Guy de Maupassant.
A.
PRIMERA PERSONA
B.
TERCERA PERSONA
2. 
Cerré los ojos y me di la vuelta en la cama para dormir, pero no pude. Mis ojos no se cerraban y un escalofrío recorrió mi cuerpo de los pies a la cabeza.
A.
PRIMERA PERSONA
B.
TERCERA PERSONA
3. 
Hasta que esa mañana el viejo alazán halló la brecha muy sencillamente: Cruzando por frente al chircal que desde el monte avanzaba cincuenta metros en el campo, vio un vago sendero que lo condujo en perfecta línea oblicua al monte. Allí estaba el malacara, deshojando árboles. “El alambre de púa” de Horacio Quiroga.
A.
PRIMERA PERSONA
B.
TERCERA PERSONA
4. 
Su grito fue acompañado por el crujir de la lápida al caer; al momento, vio salir una espantosa figura que se le quedó mirando a través de dos huecos vacíos y sin ojos.
A.
PRIMERA PERSONA
B.
TERCERA PERSONA
5. 
Cuatro o cinco noches antes, al concluir un recibo en su propia casa, María Elvira se había sentido mal ―cuestión de un baño demasiado frío esa tarde, según opinión de la madre―. Lo cierto es que había pasado la noche fatigada, y con buen dolor de cabeza. A la mañana siguiente, mayor quebranto, fiebre; y a la noche, una meningitis, con todo su cortejo. El delirio, sobre todo, franco y prolongado a más no pedir. “La meningitis y su sombra” de Horacio Quiroga.
A.
PRIMERA PERSONA
B.
TERCERA PERSONA
6. 
Aquí ha comenzado mi sorpresa. No se invita a nadie, que yo sepa, a las siete de la mañana para una presunta conversación en la noche, sin un motivo serio. ¿Qué me puede querer Funes? Mi amistad con él es bastante vaga, y en cuanto a su casa, he estado allí una sola vez. Por cierto que tiene dos hermanas bastante monas. “La meningitis y su sombra” de Horacio Quiroga.
A.
PRIMERA PERSONA
B.
TERCERA PERSONA
7. 
El hombre pisó algo blancuzco, y en seguida sintió la mordedura en el pie. Saltó adelante, y al volverse con un juramento vio una yaracacusú que, arrollada sobre sí misma, esperaba otro ataque. “A la deriva” de Horacio Quiroga.
A.
PRIMERA PERSONA
B.
TERCERA PERSONA
8. 
En un instante estuvo unido a su compañero, y juntos entonces, sin más preocupación que la de despuntar torpemente las palmeras jóvenes, los dos caballos decidieron alejarse del malhadado potrero que sabían ya de memoria. “A la deriva” de Horacio Quiroga.
A.
PRIMERA PERSONA
B.
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9. 
Estamos en un hospital del Zemstvo. A falta de doctor, que se ausentó para contraer matrimonio, recibe a los enfermos el practicante Kuriatin. Es un hombre grueso que ronda los cuarenta; viste una raída chaqueta de seda cruda y pantalones usados de lana. “Cirugía” de Antón Chéjov.
A.
PRIMERA PERSONA
B.
TERCERA PERSONA
10. 
Nos habituamos Irene y yo a persistir solos en ella, lo que era una locura, pues en esa casa podían vivir ocho personas sin estorbarse. Hacíamos la limpieza por la mañana, [para lo cual nos levantábamos] a las siete, y a eso de las once yo le dejaba a Irene las últimas habitaciones por repasar y me iba a la cocina. “Casa tomada” de Julio Cortázar.
A.
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B.
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