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Toda acción educativa eficaz acaba convirtiéndose en una tecnología apoyada en una ciencia.

El avance de las ciencias de la educación ha posibilitado una planificación cuidadosa de la utilización de recursos y una metodología que, privada de la presencia directa del profesor, potencian el trabajo independiente y por ello la individualización del aprendizaje.

Los estudiantes pueden responder a los interrogantes planteados en sus materiales de estudio a través del tutor, iniciando así un diálogo. Y este diálogo real lo inician proponiendo cuestiones a los docentes (sean éstos los de la sede central o, en el caso de instituciones masivas, a los supervisores, tutores o asesores) que les pudieran aclarar dudas o ampliar sus conocimientos sobre un determinado tema, así como realizar sugerencias respecto al diseño del curso, a la estructura de los materiales o al propio desarrollo del proceso de aprendizaje.

Las propuestas iniciales fueron libros, cartillas o guías redactados especialmente; medios como la televisión y la radio fueron los soportes de la década del 70, los audios y videos los de la década del ´80. En los ´90, la incorporación de redes satelitales, el correo electrónico, la utilización de Internet, los programas especialmente diseñados para los soportes informáticos.

La separación entre estudiantes, puede traducirse en una sensación de aislamiento y de soledad, con serias repercusiones a través del desaliento y desánimo, por lo que se deben potenciar las estructuras de apoyo a fin de crear y estimular redes de relaciones humanas.