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Ver las cosas cotidianas con los Ojos de Dios.

Ilumina nuestra conciencia para saber elegir lo que es bueno para nuestra alma.

No significa tenerle miedo a Dios, sino que, amando a Dios como nuesdtro Padre, nos perocupamos de no ofenderlo en nada, creciendo en humanidad y en caridad.

Nos da la fuerza para realizar lo que Dios quiere de nosotros, y para sobrellevar las contrariedades de la vida.

Abre nuestro corazón a la ternura para aceptar a Dios como Padre, y a todos como nuestros hermanos.

Ver las cosas cotidianas con los ojos de Dios.

Nos hace descubrir a toda la creación como la imagen de la belleza, y del amor infinito que es Dios.