Crear actividad
Jugar Relacionar Columnas

3. ¿Por qué fue obediente Jesús al Padre? ¿Cómo lo demostró?

7. En los tiempos de Jesús ¿por qué era tan cruel e ignominiosa la muerte en cruz?

11. ¿Cómo vivió Jesús esta entrega y este sufrimiento?

2. ¿Por qué era necesario que Cristo padeciera tanto su muerte?

4. ¿Por qué las autoridades judías lo condenan a muerte?

5. Al narrarnos la muerte de Jesús ¿Podemos confiar en la fidelidad de los Evangelios?

1. ¿Por qué Jesús fue signo de contradicción para las autoridades judías?

6. ¿Por qué quienes niegan la muerte de Cristo en la cruz, contradicen la documentación histórica?

8. ¿Cómo fueron los sufrimientos psicológico y espiritual que vivió Jesús?

10. ¿Con qué fin fue el sufrimiento de Jesús?

9. ¿Cuál fue el sufrimiento más fuerte que padeció?

El designio salvador de Dios se cumple de "una vez por todas" (Hb 9, 26) por la muerte redentora de su Hijo Jesucristo. La salvación de los hombres es el fin de la realización de este designio y de la aceptación filial de ese plan por parte de Jesús. El prepara su muerte para convencer a sus discípulos que esta es querida por el Padre y de esta manera nos obtendrá la salvación. Obedece y muere, porque es voluntad del Padre.

Por amor. El Hijo "a quien no conoció el pecado le hizo pecado por nosotros para que en El fuéramos justicia de Dios" (2 Cor 5, 21). Si el Padre lo hizo para revelar el amor que es siempre más grande que todo lo creado, el amor que es Él mismo, porque "Dios es amor". (1 Jn 4, 8.16). La cruz es la expresión del amor de Dios que se anonada para salvar al hombre. El amor solamente es el que da sentido y orientación al dolor.

Para los judíos, Jesús tuvo una pretensión de interpretar la ley en contraste con la tradición y con la Escritura para ellos esto era un abuso de autoridad. Jesús ante el Sanedrín responde: "y verán al Hijo del Hombre sentado a la derecha del Todopoderoso y venir con las nubes del cielo" (Mc 14, 62), esta respuesta provoca la reacción de los representantes del judaísmo: "¡Ha blasfemado!" (Mc 14, 63). La asamblea concluye unánime la sentencia: "merecía la muerte" (Me 14, 64). Para ellos desde el punto de vista de la tradición judía, la blasfemia consistió en la entronización a la derecha de Dios como "Hijo y Selor" pues esta es una atribución que solamente corresponde a Dios y atenta contra su unicidad, Jesús estaba declarando de esta manera su divinidad y ningún hombre puede igualarse a Dios.

Las circunstancias de la muerte de Jesús han sido transmitidas fielmente por los Evangelios e iluminadas por otras fuentes históricas, a fin de comprender mejor el sentido de la Redención. Los Evangelistas escribieron, sacándolo recuerdos de su memoria o del testimonio de quienes "desde el principio fueron testigos oculares y ministros de la palabra" para que conozcamos "la verdad de las palabras que nos enseñan (cf. L., 1,2-4). En los 4 Evangelios, se tienen los acontecimientos de la pasión y muerte de Jesús desarrollados en un marco uniforme de espacio y tiempo, pues coinciden en la ciudad Jerusalén y suceden en una semana. Pero recordemos que la intención de los evangelistas no es hacer una crónica de los hechos históricos, sino ante todo es un anuncio y una catequesis sobre Jesús y su proyecto.

Desde el inicio del ministerio público de Jesús, fue rechazado y amonestado por fariseos, sacerdotes y escribas porque no entendían el porqué de algunas de sus obras, como la expulsión de demonios, el perdón de los pecados, las curaciones en sábado, la familiaridad con los publicanos y los pecadores públicos. Parece actuar contra las instituciones esenciales del Pueblo elegido.

Porque niegan un hecho comprobado históricamente, pues los padecimientos de Jesús han tomado una forma histórica concreta por el hecho de haber sido "reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas" (Me 8, 31), que lo "entregaron a los gentiles, para burlarse de él, azotarle y crucificarle" (Mt 20, 19).

En el momento de su agonía en la cruz, recordemos el sentimiento profundo e intenso de Jesús, su participación interior, su espíritu de oblación, al gritar las primeras palabras del Salmo 21 (22): "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?" (Lc 23, 46) donde expresa su desolación y abandono. El cual, en solidaridad con el hombre, experimentó en sí mismo. Después de todos los sucesos desde Getsemaní hasta su crucifixión, reunido en un conjunto de sentimientos y afectos, sintió la ausencia y el abandono de Dios que fue la pena más terrible para el alma de Jesús, pues sacaba su fuerza de la unión con el Padre. La falta de consuelo interior fue su mayor suplicio.

Cristo obedeció por amor al Padre y a los hombres, para salvación de estos. Aceptó libremente su Pasión y su muerte. Se hizo un instrumento libre y perfecto del amor divino que quiere nuestra salvación. De la misma forma en Getsemaní, aceptó con su voluntad humana que se hiciera la voluntad del Padre (cf. Mt 26, 42) y la muerte para la salvación por nuestros pecados, porque nos amó "hasta el extremo" (Jn 13, 1).

El mismo Jesús lo dice: "¿No era necesario que Cristo padeciera estos sufrimientos y entrara así en su gloria?" (Le 24, 26-27). Debemos aclarar que su muerte violenta pertenece al misterio del designio de Dios.

En su agonía en el Getsemaní, Él acepta el cáliz de la Nueva Alianza, de manos del Padre (cf. Mt 26, 42) para hacerse "obediente hasta la muerte" (Flp 2, 8; cf. Hb 5, 7-8), fue realmente una dolorosa obediencia, en ese momento se produce una agonía del alma, más dolorosa que la corporal, ya que sufría porque sentía la enorme maldad del pecado, manifestándose esta agonía sudando sangre, que es un fenómeno vivido en personas rendidas por una suma pena. Jesús ora y pide: "Padre mío, si es posible, que pase de mi este cáliz." (Mt 26, 39). De esta forma expresa así el horror que representa la muerte para su naturaleza humana. Al aceptar en su voluntad humana que se haga la voluntad del Padre (cf. Mt 26, 42), y pedir fuerza para perseverar hasta el último instante, acepta su muerte como redentora para llevar nuestras faltas en su cuerpo sobre el madero" (1 P 2, 24). (Cf. CEC 612). Jesús también vivió un sufrimiento espiritual, desde Getsemaní, cuando comenzó su alma humana a sentir tristeza y angustia. Su alma era enormemente sensible, por lo que también experimentó el dolor de la gran maldad del pecado que parecía volcarse sobre Él. Además, vivió también la traición de un amigo, como Judas (cf. Mt 26, 49-50). Sintió lo mismo que experimentamos con el pecado, es decir, la separación de Dios, la ausencia de Él. Jesús probó en la crisis de su unión con el Padre, un sufrimiento proporcionado a esa separación.

Dentro del mundo judío la pena de crucifixión tenía un aspecto obsceno y el hombre condenado a esta, era objeto de maldición de Dios. Para el mundo judío, los condenados quedaban privados de la última dignidad y respeto que se tiene a un moribundo.