10.
En el capítulo. El terror página 125 Ese hombrecito feo, de quijada protuberante y piernas arqueadas, que hablaba como un predicador y le rezaba al Jesús de los blancos. Y no se equivocó, porque unos meses más tarde Boukman, el invencible, que se enfrentaba al fuego enemigo desviando las balas a latigazos con una cola de buey como si fueran moscas.