- ¡ Gracias, gracias, Tío Lobo ! ¡ Eres el mejor cocinero del mundo !
- ¡ Ah ! ¡ Así que era usted, señor lobo !
"No he comido estofado de pollo, pero he hecho felices a los pequeñuelos", pensó mientras volvía a casa.
- ¡ Niños, niños !, los panqueques, las rosquillas y ese exquisito pastel no eran un regalo del Niño Dios. Los trajo el Tío Lobo.
- Come bien, gallinita linda. ¡ ponte gorda y sabrosa para mi estofado !
El Tío Lobo no comió estofado esa noche, pero Mamá Gallina le preparó una cena deliciosa.