EL BOSQUE LLUVIOSO
El niño, la golondrina y el gato entraron en un bosque. La lluvia caía mansamente escurriéndose por las finas hojas y la rugosa corteza de los estilizados pinos. Era como lágrimas que absorbiese la tierra, como si la tierra se tragase sus propias lágrimas. Así de mansa era la lluvia. Y todo el bosque estaba lleno de infinitos corpúsculos de colores, como si en cada gota de lluvia se ocultase un sol. De ahí que el bosque estuviera tan iluminado, de ahí que pareciese estar iluminado por un sinfín de soles. El niño, la golondrina y el gato se detuvieron ante una procesión de orugas. El niño miró a la golondrina, la golondrina miró al gato, el gato miró al niño. Los tres miraban absortos (admirados, asombrados) la procesión, el desfile disciplinario, la masificación (apelotonamiento) de las orugas. Qué triste. El gato iba a dar un manotazo a la hilera de orugas, pero la golondrina extendió sus alas diciendo que no lo hiciera. Y no lo hizo. El niño pensaba: "Están unidas en su dolor, en sus menesterosas necesidades sobre todo en su ceguera. Serían capaces de devorar el bosque. ¿Por qué no lo hacen?". El niño sacó de un hato (provisión, víveres) un pedazo de pan y lo desmigajó dejándolo caer en la tierra. Las orugas se separaron unas de otras y, haciendo un círculo en torno a las migajas, comenzaron a devorarlas con sus blancas bocas. Y vinieron otras orugas procesionarias o disciplinarias o masificadas y, separándose unas de otras, se acercaron para devorar las migas del pan nuestro de cada día que arrojaba el niño. Y a éste se le acabó el pan y toda la comida se le acabó. Todo lo devoraron las hambrientas orugas. Al terminar el banquete, éstas se colocaron unas detrás de otras y, en señal de agradecimiento, pasaron, haciendo una ese, entre las piernas del niño, rozando con su fría y blanda piel sus pies.
Edad recomendada: 10 años
Creada por
Liliana Rincón
Colombia