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UN TESORO IGNORADO

UN TESORO IGNORADO
No es fácil verme, aunque siempre he estado aquí. Tengo cientos de años y muchas historias que contar. Puedo parecer viejo, pero el constante movimiento del agua que me alimenta me mantiene joven. Soy único e irremplazable y, aunque no lo sepas, me necesitas más de lo que crees.
Mucho antes de que nacieras, los muiscas venían hasta mis orillas a tener sus hijos y a invocar a Sie, la diosa del agua. Yo era símbolo de vida y prosperidad. Con mis aguas claras, se lavaban, calmaban la sed, regaban sus cultivos, mezclaban el barro para hacer sus objetos. Me respetaban y cuidaban.
Pero eso era antes, ahora ni me ves porque me rodean edificios, una fábrica abandonada, y hace años que una carretera fue construida a mi lado. No supe en qué momento sucedió: de repente el pueblo que quedaba cerca se convirtió en una ciudad; se multiplicaron las casas y avenidas. Poco a poco fueron desapareciendo los árboles. El verde del paisaje fue reemplazado por cemento y ladrillos. La ciudad —con sus luces, prisa y movimiento— creció y terminó por rodearme.
Fue entonces cuando se preguntaron qué hacer conmigo.
—¿Qué es esto?
—Parece un pantano.
—Algo así; es agua estancada y sucia. Lo mejor es limpiarlo: podríamos aprovechar mucho mejor este espacio y sus alrededores.
Yo quería gritar y decirles:
—¡Esperen! Es verdad que no me muevo como el río ni soy profundo como el lago; pero soy indispensable para mantener el equilibrio de las aguas porque regulo, contengo y purifico.
Miren cuántas plantas y animales viven en mí. Soy su hogar y refugio. Miren cómo los protejo a todos de las inundaciones en épocas de lluvia.
Ellos no entendieron.
—Empecemos por drenar un pedazo; con el tiempo terminará por desaparecer.
Fue así como terminé rodeado de construcciones, sin aire ni espacio. Muchas plantas murieron, los animales se alejaron, jamás volví a ver al cangrejo sabanero, mis aguas se volvieron oscuras. Me sentía triste y solo.
Estaba a punto de perder toda esperanza cuando las cosas empezaron a cambiar. Algunas personas se interesaron en conocerme y cuidarme. Limpiaron mis aguas de desechos, sembraron árboles y decidieron que no se podía construir más cerca de mí. Detuvieron los drenajes y buscaron maneras de recuperarme; ahora soy una reserva que se puede recorrer para aprender de mi importancia. Cada día me siento mejor y percibo pequeños avances, pero aún falta mucho para sanarme. Hace poco la tingua azul volvió a visitarme.
Quiero creer que, aunque algunos todavía no lo entiendan, cada vez son más los que piensan en cuidarme porque saben que mi labor es fundamental para el ecosistema y el bienestar de todos.
Soy el humedal.
naturales castellano 4° - primaria Edad recomendada: 6 años
3 veces realizada

Creada por

Liliana Perez
Liliana Perez
Colombia
Este juego es una version de EL TESORO COMPRENSIÓN LECTORA

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