El cojo y el ciego
Un cojo y un ciego llegaron, cierta vez, a la orilla de un río que tenían que vadear. Ante esta dificultad —dijo el cojo al ciego:
—Aquí hay un vado bastante bueno, pero, a decir verdad, mi única pierna no me permite cruzarlo.
—Yo lo pasaría si pudiese ver—apuntó el ciego—; pero, como me falta la vista, temo resbalar. ¿Qué hacemos?
—¡Magnífica idea me ha venido! —exclamo el cojo, reaccionando—. Mira: tus piernas serán mi sostén y mi vista nuestra guía. Ayudándonos así, pasaremos él río.
Dicho y hecho, el cojo se acomodo sobre los hombros del ciego y ambos alcanzaron, felices y seguros, la ribera opues- ta, llegando a la ciudad sin novedad.
—Aquí hay un vado bastante bueno, pero, a decir verdad, mi única pierna no me permite cruzarlo.
—Yo lo pasaría si pudiese ver—apuntó el ciego—; pero, como me falta la vista, temo resbalar. ¿Qué hacemos?
—¡Magnífica idea me ha venido! —exclamo el cojo, reaccionando—. Mira: tus piernas serán mi sostén y mi vista nuestra guía. Ayudándonos así, pasaremos él río.
Dicho y hecho, el cojo se acomodo sobre los hombros del ciego y ambos alcanzaron, felices y seguros, la ribera opues- ta, llegando a la ciudad sin novedad.
Edad recomendada: 5 años