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A las doce horas llega Susi tan nerviosa como siempre. -¡Qué alegría verle, jefe! -Mire esto -dice Susi, poniendo un periódico sobre la mesa. Junto a una vieja foto de Pepe, un titular: “Detective privado, presunto asesino del conocido mafioso italiano Rissi, cuyo cadáver ha aparecido en un céntrico hotel”. -Esta mañana ha venido Romerales. Parece que encontraron al tal Rissi muerto en su habitación, con un tiro en la espalda. Tenía su tarjeta en el bolsillo y anotada la hora de la cita. En el suelo había una pistola con... -¿Con qué, Susi? -Con sus huellas, jefe. -¿Las mías? ¿No desconfiarás también tú de mí, Susi? -No, pero ya sabe usted lo estúpido que es Romerales... y lo mal que le cae usted. Además, está el recepcionista, que le vio a usted subir... ¿Qué va a hacer, jefe? -Encontrar al verdadero asesino -responde Pepe-.

Pepe Rey abre los ojos. «¿Qué hago aquí en el campo, bajo un pino, durmiendo y con este horrible dolor de cabeza?», se pregunta. No entiende nada. No hay nadie. Sólo árboles y tierra seca. Al fondo se ve una vieja casa de campo y, más lejos, un pueblo. Se oyen algunos pájaros y un rebaño de cabras. Poco a poco Pepe va levantándose. “Debo de estar al sur de Madrid, bastante al sur...”, piensa mirando la vegetación y los campos. Sigue preguntándose cómo ha llegado hasta ahí.

Cada vez más preocupado, empieza a buscar en sus recuerdos: “¿Dónde estuve anoche...? ¿Tanto bebí? De repente se da cuenta de que sólo lleva un zapato. Busca un cigarrillo en el bolsillo derecho de su saco, pero no lo encuentra. En el lugar donde lleva normalmente el tabaco y las llaves del coche hay una rosa roja. “¿Qué significa todo esto?”

En la fonda La Malagueña hay un teléfono. Pepe llama a su oficina. Sólo Susi, su secretaria, que lo sabe todo, puede explicarle qué hace él en Villaperdida del Monte. -José Rey, detective privado, dígame -responde Susi. -Susi, soy yo. -Jefe, ¿dónde está? -En un pueblo de la provincia de Toledo, Villaperdida del Monte. -Supongo que lo sabe ya todo... -¿Qué es “todo”, Susi? -Pues que el inspector Romerales lo busca para detenerle. Ha estado aquí esta mañana. Lo acusan de asesinato. -¿Cómo? ¿Qué dices? ¿Asesinato de quién? -De Paolo Rissi, aquel señor italiano con el que había quedado usted el viernes por la tarde. -Susi, en mi mesa hay unas llaves de mi coche. Supongo que todavía estará aparcado donde lo dejé, en la Plaza de Pontejos, ya sabes, detrás de Sol. Por favor, cógelo y ven a buscarme. Y ten cuidado en la carretera... -Claro, jefe, ahora mismo. -¿Algo más? -Sí, tráeme unos zapatos. Susi..., ¿hoy es martes? -Sí, jefe, martes y trece.

Empieza a andar hacia la casa. En la puerta hay una anciana pelando patatas y una niña jugando con una vieja muñeca. -Buenos días. -Buenos días -le responde la vieja mirándole -Oiga..., mire..., ¿tienen teléfono? me he perdido y quisiera hacer una llamada. -Pues, hijo, aquí no tenemos teléfono. Tendrá que ir hasta el pueblo. Carmencita lo acompañará, ¿verdad, hija? Pepe y la niña empiezan a andar hacia el pueblo. -Oye, Carmencita, ¿cómo se llama el pueblo? -Villaperdida del Monte. ¿No lo sabías? -No. -¿Y qué haces tú aquí? Porque tú no eres de por aquí, ¿verdad? -Pues no lo sé, hija, no lo sé. No tengo ni idea.

La entrevista con Romerales, naturalmente, no es nada agradable. Romerales está muy contento de que Pepe tenga problemas. Pepe Rey, ese detective privado que siempre se mete en sus «casos» y que encuentra siempre a los culpables antes que él. Le hace muchas preguntas: «¿Cuándo fue al hotel? ¿Qué pasó después? ¿Por qué no fue ayer a su oficina?» Lo malo es que a veces Pepe no tiene respuestas. Al final, Romerales le enseña una carta donde él, Pepe Rey, le pide a Rissi mucho dinero a cambio de no decir a la policía cosas que sabe. -Esta no es mi firma, Romerales. -Aquí pone claramente su nombre. La letra es como la suya y la firma, también. -Romerales, usted sabe perfectamente cómo es mi firma y también sabe perfectamente, aunque no quiere reconocerlo, que esta firma es falsa.

Mientras espera a Susi, Pepe tiene bastante tiempo para pensar. Sí, se acuerda perfectamente de la cita con Rissi. El italiano quería darle un trabajo. Hablaron por teléfono el viernes por la mañana, y el viernes por la tarde... ¿Qué pasó el viernes por la tarde? ¡Ah, sí! Fue al Hotel Miguel Ángel 12. El señor Rissi lo esperaba en su habitación. ¡Hoy es martes! piensa Pepe con miedo y una sensación extraña. “¿Qué habrá pasado durante estas horas?”

V.

I.

VI.

IV.

III.

VII.

II.