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Treinta caballitos blancos por una colina roja, corren, muerden, están quietos, ¡y se meten en tu boca!

Al final de los brazos están las manos, al final de los dedos nosotras estamos.

Con ellos podemos caminar podemos correo y podemos saltar.

Tengo un tabique en el medio, y dos ventanas a los lados por las que entra el aire y sale el ya respirando.

Si sopla el aire, a la cara viene. Quien es calvo no lo tiene.

No hay ningún día del año en que pueda descansar; siempre en tu pecho cantando ando, con mi rítmico tic-tac.

Una señora muy aseñorada que lo escucha todo y no entiende nada.

Adivina, adivinanza, ¿qué esconde el rey en la panza?

Dos tenemos para agarrar, para rascar y acariciar.

Piernas

Corazón

Nariz

Uñas

Ombligo

Dientes

Pelo

Oreja

Manos