¡Estaba loco de contento porque se había vengado- y bien vengado- del feísimo animal que le había sacado las plumas! El hombre estaba también muy contento, porque matar a un tigre es cosa difícil, y además, tenía la piel para la estufa del comedor.
El pobre loro se acercó aún más, y en ese momento el tigre dio un terrible salto, tan alto como una casa, y alcanzó con las puntas de las uñas a Pedrito. No alcanzó a matarlo, pero le arrancó todas las plumas del lomo y la cola entera.
El peón lo llevó a la casa, para los hijos del patrón; los chicos lo curaron por que no tenía más que un ala rota. El loro se curó muy bien, y se amansó completamente. Se llamaba Pedrito.
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NUDO
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