-¡Ahhhhh! ¡Un gato negro! -gritó-.
-¿Cómo te atreves a llamarme bruja? -gritó la mujer-.
-¿Acaso me veo como una bruja? -le preguntó a Horacio.
Disculpe... ¿es usted una bruja?
-Por supuesto -respondió la mujer-. Ellas son aprendices de brujas y yo soy la maestra bruja.