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Jugar Adivinanza

Cinco pequeños brincos y luego un gran salto.

Constituía un placer especial ver las cosas consumidas, ver los objetos ennegrecidos y cambiados.

Montag sintió que era una de las criaturas insertadas electrónicamente entre las ranuras de las paredes de fonocolor, que hablaba, pero que sus palabras no atravesaban la barrera de cristal.

Mildred salió de la habitación y cerró de un portazo.

Montag pudo leer en los labios de Mildred lo que ésta decía desde el umbral.